Los tres miembros principales de la familia Zárate hicieron su entrada triunfal.Todos al mismo tiempo se levantaron para felicitarlos, aunque no pudieron evitar preguntarse, con la mirada, por qué Nicolás no estaba presente.Damián subió al escenario, y tras unas breves palabras de cortesía, explicó la ausencia de su hijo:—Mi hijo tiene compromisos fuera del país, pero en realidad, su presencia esta noche no es lo más importante. Lo verdaderamente relevante es presentarles a la nueva integrante de la familia Zárate: mi queridísima nuera Marina.Marina, acompañada de Catalina, subió al escenario con una elegancia que causó una notable impresión.Diego la observaba ensimismado, fijándose en cada uno de sus movimientos.Marina tomó el micrófono, su rostro iluminado por una sonrisa confiada, y comenzó a hablar. Catalina, igualmente hábil en las relaciones sociales, la acompañó, elogiando a Marina de manera sutil y dejando bien claro, entre líneas, que todo había sido cuidadosamente orque
Marina apartó instintiva la mirada, volviendo su rostro hacia otro lado, sin atreverse a volver a mirar a Diego.Él, esbozando una ligera sonrisa, permitió que su expresión se volviera más sombría.Cuando las luces del salón se encendieron, Marina, con los labios fruncidos, trató de liberar su mano.Diego, al notar la luz, finalmente soltó su mano, sin querer presionarla más.Se acomodó bien en su asiento, y la fragancia de ella, que antes parecía envolverlo, comenzó a desvanecerse poco a poco.La mano que había sostenido la suya se cerró en un puño, como si tratara de aferrarse a la sensación de ese toque fugaz pero doloroso.Cinco años habían pasado.La deseaba tanto que, incluso su cabello se había encanecido.Marina permaneció inmóvil por un momento, con la mente en blanco.El calor que antes sentía en su mano ya había desaparecido.Damián, con una copa en la mano, se acercó para invitar a Marina a unirse a los demás.Marina levantó su copa entusiasta y siguió a Damián.Leticia, po
Diego jamás se dirigiría a ella como señora Zárate.Macarena no esperaba que Diego se acercara de esa forma tan atrevida.Marina ya estaba casada con otro, lo que de alguna manera resultaba un golpe al orgullo de Diego.¿Pero qué le pasaba? ¡Todavía se metía para defender a Marina!—¡Diego, tú por…! —gritó furiosa Macarena, totalmente aterrada.Antes de que pudiera terminar la frase, Daniel la noqueó con un golpe certero.Con una calma desconcertante, Daniel levantó a Macarena y la condujo hacia Diego, que ya se dirigía hacia la salida.Marina, al ver la dramática escena, experimentó un leve estremecimiento, pero no se inmutó y siguió con Damián, saludando a los demás invitados....Diego salió del salón y se subió al auto. Su tono fue impasible cuando dio la orden:—Rompe la pierna derecha de Macarena y envíala a Vera. Si vuelve a hacer algo, será la izquierda.Daniel obedeció sin dudar.En los últimos años, Diego había sorteado varias crisis de salud que lo habían llevado al borde de
Aunque Eduardo sentía que Marina le resultaba algo familiar, prefirió no darle más vueltas al asunto. En ese momento, toda su atención estaba centrada en Luna.Con cierta curiosidad, Eduardo le preguntó a Leticia:—¿Por qué decidieron ir al banquete esta noche?Era extraño que su esposa no le hubiera dicho nada. Luna jamás había sido aficionada a ese tipo de eventos sociales.Leticia, con los ojos rojos de tanto llorar, respondió con una voz cargada de culpa:—Lo siento mucho, fue por mi insistencia. Yo fui quien convencí a Luna de asistir.Eduardo percibió el nerviosismo de Leticia, pero en ese momento no quiso recriminarle nada.—Por suerte, todo salió bien. No te tortures, Leticia. Debes estar agotada. Vete a casa y descansa.—Quiero quedarme aquí con Luna.—No te preocupes por eso, yo me quedo con ella. Tú necesitas descansar.Llamó a Matías para que la acompañara.—Está bien, yo la llevaré —respondió Matías sin dudarlo.Matías y Leticia salieron del hospital. Apenas se subieron al
Marina observó fijamente el cabello de Diego, donde algunas canas comenzaban a asomarse en las sienes, parpadeando lentamente, mientras una sensación de opresión le oprimía con fuerza el pecho por la amargura que sentía.—Te lo repito una vez más, Diego, lo nuestro es parte del pasado. Marina y Diego son historia —sentenció con una firmeza que no dejaba lugar a dudas.Tan pronto como terminó de hablar, Diego la levantó y la abrazó con fuerza.El conductor y Fernando, que se encontraban dentro del vehículo, quedaron sorprendidos por completo.¿La señora Zárate con el señor Diego...?Ambos giraron de inmediato la cabeza, evitando mirarlos directamente.Diego la metió apresurado en su auto con un solo movimiento, casi con brusquedad.—Bájense —les ordenó al chofer y al guardaespaldas.La puerta se cerró con un suave clic y las luces del interior del vehículo se encendieron.—Marina, dime, ¿fue Nicolás quien te amenazó? ¿Verdad?Marina se mantuvo serena. Ajustó su postura, se reclinó con c
Marina se levantó descalza de la cama, se sirvió un vaso de agua y lo bebió a sorbos, dejándolo finalmente sobre la mesa.—¿Has enviado a alguien para que me siga? —preguntó con calma, mirando despectiva a Nicolás.Nicolás levantó una ceja, pero no respondió. En lugar de eso, mencionó a Yulia.—Hoy la llevé al jardín de infantes.Retiró sus piernas de la mesa y tocó de inmediato un tema que golpeó de lleno a Marina.—En la sección de padres de Yulia, hay un espacio vacío.Marina lo observó a través de la pantalla, con una mirada sombría.Nicolás hizo una pausa antes de preguntar, como si le divirtiera:—¿Te molesta?Marina no respondió. Sabía que estaba intentando provocarla.Con rostro impasible, Marina colgó furiosa la videollamada.Nicolás soltó una pequeña risa. —Tiene el mismo carácter que Yulia.Ese día, al regresar del jardín, Yulia se dio cuenta de que su patito amarillo ya no estaba. Pasó toda la noche molesta con él y no le dirigió la palabra en todo ese tiempo.Increíble, p
A las tres de la tarde, Marina llegó al hospital con el regalo.Al escuchar el suave golpeteo en la puerta, Leticia fue a abrir. Al ver a Marina, su sonrisa se desvaneció al instante.—Ah, señora Zárate —dijo, esforzándose un poco por controlar su tono.Marina, sorprendida al encontrarse con Leticia, saludó.—He venido a ver a Luna.Leticia, en realidad, no quería que Marina tuviera un contacto cercano ni con Luna ni con Eduardo.Luna, recostada en la cama, al ver a Marina, le dijo con suavidad:—Leticia, deja pasar a la invitada.Leticia se apartó de inmediato, dándole paso.Marina sonrió levemente mientras entraba en la habitación.Al hacerlo, notó que había dos niños pequeños en el cuarto.—¿Cómo te sientes hoy, Luna? —Dejó el regalo sobre la mesa y preguntó.—Lo mismo de siempre… lo de la fiesta fue simplemente un accidente, lamento mucho lo ocurrido.Luna, se sentía algo avergonzada.—Nosotros, la familia Zárate, estamos muy contentos de que hayas podido asistir —dijo Marina, con v
Marina salió del hospital, pero en lugar de regresar directo a la empresa, le pidió al chofer que la llevara a una cafetería cercana.Pensó en el encuentro reciente con Camilo y una oleada de repulsión la invadió por completo.Lo que se pierde, definitivamente no se recupera. ¿Por qué seguir insistiendo en recuperar a una exesposa? Es un hombre atrapado en sus propios sentimientos, autoengañado. En realidad, no la quiere tanto como dice. Simplemente no puede aceptar haberla perdido.El auto se detuvo justo frente a la cafetería.—Señora, hemos llegado —dijo Fernando, girándose hacia ella.—Voy a bajar a sentarme un rato —dijo Marina.Fernando intentó abrir la puerta, pero Marina le hizo un gesto para que no lo hiciera.Llevaba una camisa sencilla y pantalón de traje. Su figura alta no pasó desapercibida entre los pocos clientes que estaban adentro.—Bienvenida —dijo el dueño del local, un hombre corpulento con gafas de gran tamaño. Sonrió y le preguntó con amabilidad qué deseaba tomar.