Ares La imagen de Nora, alejándose con Máximo, me provocaba náuseas. Simplemente, quería aullar de frustración. Pero en lugar de eso, respiré hondo y conté hasta diez, al ver a mi hermano con el vaquero sobre sus hombros, caminando hacia el porche. —¿Dónde está mi mamá? —Preguntó León, mientras Eros lo bajaba de sus hombros y lo dejaba en el suelo —. Tenemos hambe —me dijo un tanto afligido. —¿Tenemos? ¿Ambos? —Miré a Eros, que se encogió de hombros. —Yo siempre tengo hambre, hermanito, deberías saberlo. Rodé los ojos. —En un momento regresará o eso espero —. Le dije a León para tranquilizarlo —. Pero, yo puedo darte de comer —. Suspiró teatralmente, no le entusiasmaba ni un poco la idea —. No pongas esa cara, que yo soy tan buen cocinero como tu madre. —Eso no es cierto —León sonrió, inocentemente —. Solo sabes calentar lo que hace mi mamá —. Alzó las cejas y Eros comenzó a reír. Abrí la boca, sorprendido. —Si eso, es lo que crees, no te voy a cocinar nunca más, solo esper
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