Elizabeth Romano. —¿Cómo dormiste, amor? —Raúl me abraza la cintura en cuanto entra a mi oficina, su voz profunda llenando el espacio. —Muy bien, ¿y tú? —respondo, sonriendo mientras siento su calidez. —Perfecto, soñé contigo toda la noche —dice, acercándose para besarme. Le devuelvo el beso por unos segundos antes de apartarme suavemente. —Raúl, debemos hablar —digo, intentando mantener la seriedad. —No quiero hablar, solo comerte a besos, Ellie —él baja sus besos a mi cuello, su aliento cálido haciendo que me estremezca. —¡Raúl, de verdad tenemos que hablar! Yo quiero ser sincera —insisto, poniendo una mano en su pecho para detenerlo. —Sé que no me amas, Ellie, pero eso cambiará. Solo quiero una oportunidad para ganarme tu corazón, sé que puedo lograrlo. ¿Qué dices? —me mira con ojos llenos de esperanza y determinación. —Quiero que sepas que mis hijos siempre estarán primero que todo —digo con firmeza, sosteniendo su mirada. —Lo sé, por eso te amo. Eres la mejor madre del
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