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93 chapters
91. PENSANDO EN EL RESTO DEL MUNDO
Solo estaba pensando en mí y en el rollo moral que asumí en la vida, juzgando y dando por hecho que el bien y el mal están divididos por una línea clara y bien definida. Desde que estoy con Alexander, me doy cuenta de que eso no es así. En este punto de la vida, si Alexander solo hubiera tomado sus cosas y escapado conmigo, muchas personas se habrían quedado y sufrido las consecuencias, entre ellas posiblemente esa inocente bebé.No conozco a Noah, pero hasta donde sé, él tuvo el valor y la firme intención de salir de este tipo de vida y, aparentemente, lo había conseguido. Sin embargo, eso solo fue posible porque Sebastián y ahora Alexander estaban haciendo todo lo posible por mantenerlo a salvo junto con su hija. Escapar y llevar una vida totalmente recta con el hombre que amo no es posible en este momento.Solo caigo en cuenta de su lucha cuando menciona el funeral de Mía. Yo tampoco podría abandonar a mi familia en un momento así.—Claro que sí, debemos ir. ¿A qué hora partimos?E
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92. SENTIR QUE PASÓ LA CRISIS
Después de un rato de conversación amena entre las tres, la señora Enola decide que ya es muy tarde para seguir despierta. Así que toma a la pequeña y la lleva a su habitación, permitiendo que Sophia y yo podamos hablar a nuestras anchas, sin preocuparnos por el ruido que podríamos hacer y despertar a la bebé.Realmente agradecemos ese gesto, porque aunque nos cae muy bien esta mujer, todavía no somos capaces de hablar con total libertad en su presencia.—Ahora sí, habla —dice Sophia, cambiando el tono cordial que usa cuando hay terceros presentes—. Has pasado casi dos días sin tocar el celular ni mirar ninguna red social, y no te atrevas a decirme que no pasa nada, porque eso no es normal.Ella es así, no muestra su verdadera personalidad a todo el mundo; solo unas pocas personas tenemos el privilegio de conocer su lado menos encantador. Cierro los ojos y cubro mi rostro con una mano, buscando reunir valor para contarle lo sucedido. Intenté por todos los medios que mi relato fuera lo
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93. Y COLORÍN COLORADO
Hacía muchos años que no sentía que éramos realmente una familia. Estábamos en el apartamento de Noah, bebiendo, hablando y poniéndonos al día. Aquella reunión parecía un confesionario donde nos dijimos lo tontos que habíamos sido y cuánto nos arrepentíamos de distintas cosas. Ya nos hemos perdonado mucho.Al final, solo quedamos en pie Noah, Sebastián y yo, así que volví a tomar la palabra. Mi intervención fue especialmente larga; tenía mucho que decir, y el licor suavizó la salida de todo lo que tenía atravesado entre pecho y espalda.—La vida es demasiado compleja —dijo Noah—. En un momento me siento el dueño del mundo: tengo a la mujer que amo, voy a ser padre y luego, ¡puf! —acompañó ese último sonido con un movimiento de manos—. Hola soledad, bienvenida nostalgia.Entendí su punto. Así me siento con Isabella: como el hombre más afortunado del mundo, como el dueño del diamante que más brilla. Y hace dos días, alguien lo había robado de mis manos. Casi enloquecí. Ahora veo a Noah y
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