En la mansión Salvatore, Nicanor conversaba con sus hijos.—¿Estás seguro de esto? Invocar a los cazadores de Rumania es demasiado arriesgado, ellos no contemplan la posibilidad de que existan lobos amables o vampiros generosos, si vienen aquí, arrasaran con todo aquello que consideren. —Nicanor frunció el entrecejo.—¿Lobos amables? ¿Vampiros generosos? Sin duda eres igual a tu madre, un tonto que piensa que, de alguna manera, podemos entendernos con esas bestias, pero eso es lo que son, bestias, y jamás podrán ser nada más que eso. — aseguró Nicanor.Niccolo sonrió para sí mismo. — Supongo que tienes razón. — respondió, sorprendiendo a su padre y hermano. Su espalda, aun le dolía, y era un recordatorio de lo que tenía que hacerse, aunque le doliera. —No te preocupes, hermano, todos y cada uno de esos lobos van a caer ante nosotros como ya lo han hecho antes, madre fue una estúpida al creer que esas bestias son capaces de amar, y es bueno que tu te rectifiques ahora mismo. Somos hu
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