En medio de la noche, Génesis regresó a su hogar en la mansión Montefeltro. Estaba asustada; nerviosa de lo que sus sueños húmedos y morbosos le mostraban, y, si no era eso, entonces sería asaltada por las pesadillas. Acostándose sobre su cama apenas después de ponerse el pijama, la loba blanca sintió el efecto calmante de aquel te, y paulatinamente se quedó dormida, apenas reparando en la hora ya cercana al amanecer.Desde la penumbra de su habitación, los ojos ámbar de Artem Kingsley la observaron desde su llegada. Había estado esperando por ella. Acercándose a su lecho, el lobo negro se sintió frustrado con el mismo al no lograr desprenderse de ella por completo, pues la deseaba como a nada ni nadie en ese mundo. Dejando un beso simple y sincero sobre la frente de la joven albina, supo que aún cuando lo deseara, jamás podría desprenderse de la loba blanca, y lamentó nuevamente todo lo que había ocurrido...y todas las terribles cosas que el le había hecho. Genesis tenía razón. El
Culpa.El manto de la noche poco a poco se iba deslizando hacia la nada, para dar paso al amanecer que ya comenzaba a rayar el cielo. Los pensamientos intrusivos sobre lo dicho por su padre, invadían la mente perturbada de Niccolo Salvatore. La culpa que sentía sobre lo que su familia había hecho en contra de la familia de Génesis, lo consumía dolorosamente por dentro, dejando un mar de dudas a su paso, sobre lo que su amada prometida sería capaz de hacer si lo supiera.Génesis jamás conoció en su infancia la calidez de un hogar, y ahora era plenamente consciente que su padre y familiares eran los culpables de ello, y, por ende, también él. Despojada de toda dicha en su temprana niñez, su prometida había deseado crecer junto al padre y a la madre que añoró siempre…y los Salvatore se lo habían arrebatado.No era digno de poseer su amor. Niccolo meditó.La luz de un nuevo amanecer hacía que el rio de aquellos terrenos, brillase como si fuese de diamantes. De a poco, las empedradas calle
En la mansión Salvatore, Nicanor conversaba con sus hijos.—¿Estás seguro de esto? Invocar a los cazadores de Rumania es demasiado arriesgado, ellos no contemplan la posibilidad de que existan lobos amables o vampiros generosos, si vienen aquí, arrasaran con todo aquello que consideren. —Nicanor frunció el entrecejo.—¿Lobos amables? ¿Vampiros generosos? Sin duda eres igual a tu madre, un tonto que piensa que, de alguna manera, podemos entendernos con esas bestias, pero eso es lo que son, bestias, y jamás podrán ser nada más que eso. — aseguró Nicanor.Niccolo sonrió para sí mismo. — Supongo que tienes razón. — respondió, sorprendiendo a su padre y hermano. Su espalda, aun le dolía, y era un recordatorio de lo que tenía que hacerse, aunque le doliera. —No te preocupes, hermano, todos y cada uno de esos lobos van a caer ante nosotros como ya lo han hecho antes, madre fue una estúpida al creer que esas bestias son capaces de amar, y es bueno que tu te rectifiques ahora mismo. Somos hu
Un auto se estacionaba frente a la casa de Benazir Smith. Asomándose por la ventana, la loba de cabellos castaños, frunció el entrecejo al mirar quien era quien bajaba de aquel vehículo. Tomando su arma bañada en acónito, abrió la puerta para mirar a su antiguo macho destinado: Lowell Kingsley. Levantando aquella navaja de plata consagrada ante el lobo, lo miró directamente a los ojos.—¿Qué haces tu aquí? Creí que un rechazo sería más que suficiente. — dijo la loba de bonitos ojos verdes.—Tranquila, paría traidora, podemos oler el acónito en tu arma de plata consagrada. Dime, Benazir, ¿El acostarte cada noche con un humano te dio inmunidad ante la plata y esa planta maldita? — dijo Devlyn como una burla.—Silencio, hermano. — dijo Lowell mirando a la loba que había escogido para sí mismo. — No vine aquí a pelear ni a hacer otro reclamo. He venido por orden del Alfa Artem que ha solicitado tu presencia por un asunto con la Luna Génesis. — terminó de decir.—¿Qué sucede aquí? — cuesti
En el pent-house de Artem, Benazir entraba a la elegante sala de aquel sitio. Artem Kingsley, la esperaba de pie, mirando hacia la ciudad desde los ventanales.—¿Me mandó llamar? Alfa Artem. — cuestionó Benazir.Mirando de soslayo, Artem observó a la loba de cabellos castaños, que yacía junto a un hombre humano común y corriente, el mismo por el que Benazir había abandonado la manada y a Lowell.—Si, Benazir. Necesito tu ayuda para confirmar algo que sospecho…necesito tu ayuda para saber si por obra de alguien más, fue que yo rechace a Génesis. — respondió Artem.Benazir se acercó a Artem. Mirándolo fijamente a los ojos, supo que aquel Alfa no estaba mintiendo en su extraña petición, y parecía realmente angustiado por encontrar respuestas.—Bien, Alfa Artem, dígame, ¿Qué es exactamente lo que quiere confirmar? — cuestionó Benazir.—Tengo la sospecha de que estuve bajo la influencia de un hechizo, algo que Ayla pudo haberme hecho para dominarme. De ser así, puede explicar la razón de m
El calor del verano, lentamente se iba quedando atrás, dando paso al otoño y vientos cada vez más fríos. Génesis observaba como las hojas de los árboles en sus amplios jardines, lentamente iban cayendo en aquella danza otoñal. Pronto el verdor se iría, para colorearlo todo de rojo y naranja. Viendo como el auto de su padre se estacionaba, Génesis sonrió; Leopoldo Montefeltro estaba de vuelta, y notando que este bajaba del lujoso automóvil, se sorprendió al ver a un par de niños a su lado…él no había llegado solo.—Mi querida Génesis, es bueno verte después de tantos días. — dijo Leopoldo envolviendo a la loba blanca en un cálido y reconfortante abrazo.Los gemelos lobo observaron aquella escena con extrañez, pues no era común ver a un humano cazador, amar tan sinceramente a alguien de su especie. Mirándolos a su vez, Génesis observo a los pequeños pelirrojos abrazados firmemente el uno del otro, atemorizados ante lo desconocido y nuevo. Una dolorosa punzada atravesó su corazón, como s
El viento de aquella noche, parecía golpearse con violencia contra las ventanas, haciéndolas vibrar con fuerza. El calor y la placidez del verano, se quedaba atrás para dar paso al otoño, que, a su vez, le daría paso al helado invierno. La manada London se preparaba para el temporal de ese año, esta vez en tierras menos amables que las que durante siglos los habían acogido. La mansión en medio de las montañas lucia orgullosa, antigua y solemne, tal cual y como la habían dejado la última vez que la visitaron.Los hombres lobo comenzaban su guardia nocturna, después de todo un día cazando y recolectando leña, y las mujeres alistaban a los niños pequeños para dormir, así como terminaban de limpiar aquel hogar ancestral de los Kingsley. Todos se sentían sumergidos en una incertidumbre tal, que difícilmente lograban mantenerse en calma, pues de su Alfa, Artem Kingsley, poco o nada se sabía, salvo que llegaría en cualquier momento para proteger de los más vulnerables junto a los hombres. Se
—Tengo que escapar contigo por aquella profecía…alguien, por alguna razón, está buscándome, y ese alguien, puede traer el fin de nuestra especie. — dijo Génesis buscando la mirada de Artem.Sorprendido de las palabras de la loba blanca, Artem se esforzó por mantener la compostura. ¿Leopoldo Montefeltro sabia algo que el ignoraba? Tomando su abrigo y sus llaves, Artem miró de soslayo a Devlyn, el gemelo de Lowell, quien lo miraba a cambio con frialdad desde la puerta del salón de té. Ignorándolo, Artem desvió su mirada a Génesis.—Llévame con tu padre, tengo que hablar con él. — solicitó el lobo negro.Notando la seriedad en la mirada del Alfa, la loba blanca asintió.—Está bien, ven conmigo. — respondió.Saliendo tras Génesis, ambos se marcharon rápido.Abriendo por completo la puerta, Devlyn rechistó con enojo, y Lowell caminó tras él.—¿Te das cuenta de lo que está pasando? Esa mujer albina hace y deshace con el Alfa de nuestra manada, lo golpea sin ninguna clase de consecuencia, y