—Quiero hacer el amor contigo… — musitó Niccolo susurrando al oído de Génesis.Las manos del cazador, se entrelazaban en la pequeña cintura de la loba blanca, quien sintió sus instintos agitarse. Mirando hacia el atardecer que casi era tragado por la noche, cerró los ojos sintiendo la cercanía del cuerpo de aquel hombre humano que había sido fiel con ella casi desde el instante mismo en que se habían conocido. Sin embargo, tomando las riendas de aquello que se esforzaba por reprimir, se soltó del agarre de Niccolo para mirarlo directamente a los ojos.—Lo lamento…no debí provocarte…yo, no sé qué es lo que me está pasando, me siento confusa y fuera de mi misma. Es como dijiste, aquella no era yo. Solo en la luna azul podremos unir nuestros destinos, de lo contrario, la marca del lobo jamás dejará de perseguirnos. — respondió Génesis con sinceridad.Niccolo sonrió, y reprimiendo sus ganas como hacia siempre, besó los labios de la albina.—Cuando estés realmente lista, y sea tu deseo gen
— Esto será un desastre. — dijo Lowell para sí mismo, y luego salió del comedor realmente enfadado.— Oh si, lo será, nuestro amado líder esta enloquecido con esa mujer, no está siendo un buen Alfa, tú y yo hubiésemos sido mejor si tan solo hubiéramos nacido con la fuerza uno. — dijo Devlyn, el gemelo de Lowell, hablando con ironía mientras mordía una manzana y miraba el preocupado semblante del Beta.—Sera mejor que cuides bien tu lengua, hermano, las paredes tienen oídos y más de uno aquí podría considerar tu comentario como traición. Dejemos a nuestro líder solo por el momento, después de todo, él es el Alfa de la manda London. Aquella mujer, aunque no nos agrade, es a quien el eligió para ser su compañera, conoces las reglas del lobo, no puedes oponerte al alfa siendo solo un Beta…o un Omega. — dijo Lowell con sinceridad logrando irritar a Devlyn.— Eso lo se…y lo aborrezco. — respondió el joven lobo, mordiendo con fiereza aquella manzana.En el edificio Montefeltro, Génesis guard
—El…me ha visto. — dijo Génesis lamentando lo que Niccolo acababa de presenciar. Artem gruñó por lo bajo. Aquel cazador parecía sostener los afectos de su Luna. Tomándola por la cintura, logró que Génesis lo mirara a los ojos. —Escúchame, Génesis, no puedes renunciar a lo que eres solo por ese humano…hay cosas de su familia que ni sabes, y en medio de su locura estuvo a punto de asesinarte. ¿Tanto lo amas para cerrar los ojos ante los hechos? — cuestionó Artem Kingsley.Zafándose de su agarre, Génesis no supo que responder. Amaba a Niccolo…pero tal vez no de la manera en que debería de hacerlo. Mirando a Artem, supo que no quería perder a ninguno de ellos, y los recuerdos de sus sueños eróticos con ambos, le parecieron un cruel tormento. Aquello no era correcto. —Y dime, Artem, ¿Crees que tú eres mejor para mí? El mismo lobo arrogante que una vez me desprecio, que una vez me humilló y que luego me secuestro para intentar tomarme por la fuerza? — respondió la loba blanca acercánd
El viento frío de aquella noche, soplaba pasmoso; como si llevase una pesada carga a cuestas. Las nubes grises que se paseaban en el cielo, presagiaban la tormenta que amenazaba con caer sobre la ciudad, y Niccolo Salvatore observaba el trajín de las hojas arrastradas por el aire. Su ira hacia Artem Kingsley, no había hecho más que incrementarse, pero el recuerdo de lo dicho por el Alfa, lo mantenía inquieto. “Tu familia, aniquiló a la familia de Génesis” Aquello era lo que el lobo negro le había asegurado. Sobre la mesa de la biblioteca personal de su mansión familiar, yacían todos los libros que hablaban de viejas cacerías realizadas por los Salvatore, pero en ninguno de ellos se relataba un enfrentamiento contra los Levana. —Debemos mantener vigilancia, mandar a los cazadores de menor rango a hacer vigía en las fronteras. Sea como sea, no podemos quedarnos sin hacer nada aunque así lo haya ordenado el alcalde. — decía Niklaus entrando violentamente a la biblioteca. Niccolo obs
La Luna creciente brillaba en lo alto, y bajo su tenue luz, el pasto verde de los prados, parecía resplandecer. Las luces del auto Génesis, iluminaban el camino a duras penas, y sin detenerse, la albina sentia que su joya lunar le quemaba el pecho.Llegando a aquel pueblito en medio de la noche, rápidamente Génesis bajo de su vehículo y corrió para tocar la puerta de la casa de su única amiga, quien rápidamente le abrió. —Génesis, ¿Qué ocurrió? — cuestionó Benazir, que asustada estaba sorprendida de ver a la loba blanca allí.—Ayúdame, Benazir, no se que es lo que me está pasando. — aseguró Génesis. —Entra, por favor. — pidió la loba Ben. Dentro de la casa, un hombre humano rápidamente despejaba el gran sofá de la sala para ayudar a sentar a la albina. —Por favor, prepara algo de te y saca las galletas de la alacena, querido Jhon. — pidió Benazir a su esposo humano. En Gevaudan, Francia, Leopoldo miró con atención las pinturas de lobos que había en aquella sala de estar. —A
En medio de la noche, Génesis regresó a su hogar en la mansión Montefeltro. Estaba asustada; nerviosa de lo que sus sueños húmedos y morbosos le mostraban, y, si no era eso, entonces sería asaltada por las pesadillas. Acostándose sobre su cama apenas después de ponerse el pijama, la loba blanca sintió el efecto calmante de aquel te, y paulatinamente se quedó dormida, apenas reparando en la hora ya cercana al amanecer.Desde la penumbra de su habitación, los ojos ámbar de Artem Kingsley la observaron desde su llegada. Había estado esperando por ella. Acercándose a su lecho, el lobo negro se sintió frustrado con el mismo al no lograr desprenderse de ella por completo, pues la deseaba como a nada ni nadie en ese mundo. Dejando un beso simple y sincero sobre la frente de la joven albina, supo que aún cuando lo deseara, jamás podría desprenderse de la loba blanca, y lamentó nuevamente todo lo que había ocurrido...y todas las terribles cosas que el le había hecho. Genesis tenía razón. El
Culpa.El manto de la noche poco a poco se iba deslizando hacia la nada, para dar paso al amanecer que ya comenzaba a rayar el cielo. Los pensamientos intrusivos sobre lo dicho por su padre, invadían la mente perturbada de Niccolo Salvatore. La culpa que sentía sobre lo que su familia había hecho en contra de la familia de Génesis, lo consumía dolorosamente por dentro, dejando un mar de dudas a su paso, sobre lo que su amada prometida sería capaz de hacer si lo supiera.Génesis jamás conoció en su infancia la calidez de un hogar, y ahora era plenamente consciente que su padre y familiares eran los culpables de ello, y, por ende, también él. Despojada de toda dicha en su temprana niñez, su prometida había deseado crecer junto al padre y a la madre que añoró siempre…y los Salvatore se lo habían arrebatado.No era digno de poseer su amor. Niccolo meditó.La luz de un nuevo amanecer hacía que el rio de aquellos terrenos, brillase como si fuese de diamantes. De a poco, las empedradas calle
En la mansión Salvatore, Nicanor conversaba con sus hijos.—¿Estás seguro de esto? Invocar a los cazadores de Rumania es demasiado arriesgado, ellos no contemplan la posibilidad de que existan lobos amables o vampiros generosos, si vienen aquí, arrasaran con todo aquello que consideren. —Nicanor frunció el entrecejo.—¿Lobos amables? ¿Vampiros generosos? Sin duda eres igual a tu madre, un tonto que piensa que, de alguna manera, podemos entendernos con esas bestias, pero eso es lo que son, bestias, y jamás podrán ser nada más que eso. — aseguró Nicanor.Niccolo sonrió para sí mismo. — Supongo que tienes razón. — respondió, sorprendiendo a su padre y hermano. Su espalda, aun le dolía, y era un recordatorio de lo que tenía que hacerse, aunque le doliera. —No te preocupes, hermano, todos y cada uno de esos lobos van a caer ante nosotros como ya lo han hecho antes, madre fue una estúpida al creer que esas bestias son capaces de amar, y es bueno que tu te rectifiques ahora mismo. Somos hu