Matthew acabó el tercer whisky frente al minibar del departamento. Nathan lo rellenó, como hizo las otras dos veces, y volvió a sentarse al lado de él.—No puedo creer que te culpe por marcharse.—Quizá tiene razón, yo estaba tan entusiasmado con ser padre que… quizá lo arruiné todo —reflexionó Matthew—. Tal vez es mi culpa que ellos crecieran sin una madre.—Bueno, el hecho es que ella es la madre, el «hubiera» ya no existe, debió ser responsable con sus hijos. —Es fácil decirlo, pero ser padre es lo más difícil que hecho en la vida… Emery estaba por cumplir un año, empezaba a caminar y… —Matthew se frotó los ojos. Quería volver a llorar—. A veces me sentaba a llorar en el suelo de la sala porque no sabía qué demonios estaba haciendo, de todo eso se encargó Renata, no la valoré lo suficiente y…—Oye, entiendo que tal vez como pareja fueron un fracaso y fuiste un esposo horrible, pero el divorcio era de ti, no de sus hijos —interrumpió Nathan—. Era suficiente con dejarte la custodia
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