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Todos los capítulos de Mi mate es humano.: Capítulo 51 - Capítulo 60
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51. Elenwe.
Alexander no se dio cuenta de lo obvio que había sido con su madre. En medio de sus dudas sobre el supuesto amante de ella, tuvo que buscar rápidamente una excusa para no delatarse. Esa excusa fue lo que más le preocupaba últimamente: la posibilidad de que algo le ocurriera a su esposa durante el parto.—Madre, no hables tan fuerte, pueden oírte —dijo Alexander, mirando a su alrededor y finalmente sentándose a su lado en el banco.—Lo siento, pero verte es como viajar al pasado y ver a tu padre con la misma mirada llena de preocupación —respondió Alexandra con una sonrisa leve y llena de ternura, llevando su mano hasta el rostro de su hijo.Alexander cerró los ojos, disfrutando de esa pequeña muestra de cariño.—Sé que las lobas están preparadas para ello, sé que no hay ningún tipo de peligro, sé que el hecho de que tenga un lobo negro es solo una posibilidad y que en ese caso su cuerpo respondería como se debe —Alexander se quedó callado por un instante, mirando al cielo y suspirando
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52. Sé cómo ayudarla.
Markus y Teresa caminaban hacia el comedor del castillo para reunirse con todos a desayunar, encontrándose de frente con Franchesca.—Princesa —dijeron Markus y Teresa, inclinándose levemente hacia delante para presentarle sus respetos.—Buenos días —respondió ella—. ¿Se dirigen al comedor para el desayuno?—Así es, nos dirigimos al comedor a unirnos con todos para desayunar. ¿Usted también? —respondió Teresa por primera vez dirigiéndose a Franchesca con respeto.—Sí, también iré allá en un momento —dijo Franchesca tratando de sonar tranquila—. Por favor, continúen su camino.Sin embargo, podría engañar a Teresa pero no a Markus, quien tras alejarse un par de pasos con Teresa, se disculpó con ella con una excusa para poder regresar a la habitación de ambos. Su excusa le sirvió para regresar y poder hablar con la princesa.—Franny —la llamó Markus con cariño.Ella no tardó en voltear a verlo al escuchar su voz y la forma en que la llamaba, alegrándose al verlo caminar hacia ella.—Prot
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53. ¿Amor?
Markus no respondió. Simplemente apretó el pedal del acelerador y salió a toda prisa del aparcamiento. El lugar al que iban estaba algo lejos de allí.Franchesca se quedó con las manos juntas sobre su pecho, inquieta. Algo malo estaba pasando. Sophie se percató del estado de su nieta y caminó hasta ella.—¿Qué ha pasado, mi niña? —le preguntó Sophie, envolviéndola en sus brazos.—No lo sé, abuela, pero tengo un extraño presentimiento —respondió Franchesca, llevándose su mano izquierda por inercia a su vientre.Mientras tanto, Markus no podía dejar de observar a Alexander a su lado, quien volteaba para asegurarse de que su madre siguiera cómoda en el asiento trasero o que no volviera a convulsionar.—No te preocupes, ella estará bien. Simplemente su cuerpo está bajo mucho estrés —dijo Markus, esperando que sus palabras tranquilizaran un poco a Alexander.Entraron al territorio de los Di Angelo, un lugar apartado de la mansión pero que pertenecía a la manada, donde se encontraba la bruj
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54. ¿Qué es lo que ocurre?
La joven monstruosa sonrió con crueldad.—Es demasiado tarde, Elenwe. Tú elegiste el amor por Robert sobre nosotras. Él te traicionó, y ahora tú pagarás el precio.La joven levantó su mano, y una energía oscura empezó a envolver a Alexandra, haciéndola gritar de dolor. En el mundo real, el cuerpo de Alexandra comenzó a convulsionar violentamente.—¡Haz algo! —gritó Alexander, sujetando con más fuerza la mano de su madre, su desesperación palpable.La anciana chamana, en pleno trance, intensificó sus cánticos, y Markus miró a Alexander con determinación.—Tienes que luchar, Alexandra. No estás sola —susurró Markus, sintiendo la conexión que los unía a través del tiempo.Dentro del trance, Alexandra reunió las fuerzas que le quedaban y se enfrentó a la joven monstruosa. Poco a poco, empezó a escuchar los cánticos como algo lejano que llegaba a ella y parecía atraerla. Cuanto más se concentraba en ellos, más cerca los sentía, rodeándola con un manto invisible que se ceñía poco a poco a s
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55. No me obligarás
Markus sabía mejor que nadie cómo se sentía su hijo en ese momento. Conocía el miedo de perder a la persona más importante en su vida y la frustración de no saber cómo evitarlo.—Sé que ahora solo puedes pensar en salvarla —le dijo Markus, abrazando a Alexander y conteniendo su propia frustración y lágrimas al ver a su hijo sufrir como él lo hizo en el pasado—. Claro que sé lo que sientes, porque también estuve en tu lugar.Alexander se dejó abrazar por su padre, pero no pudo calmarse. Todo el terror y el miedo que había estado conteniendo seguían ahí, especialmente la frustración por la posible pérdida de su esposa. Estalló en lágrimas, apretando con fuerza el cuerpo de su padre. Nada que no significara salvar a su esposa podía reconfortarlo.—No necesito el auto, no me des las llaves si no quieres —dijo Alexander, apartándose de su padre mientras se secaba las lágrimas con el reverso de la mano—. Pero voy a ir en busca de mi esposa y sacaré esa cosa de su cuerpo.Markus no tuvo tiem
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56. Develando secretos.
Alexandra y Markus vieron con desesperación cómo su hijo desaparecía en el bosque tras haberse transformado.—Lexie... —dijo Markus, caminando hacia la puerta de su auto.La preocupación en su rostro era suficiente para que Alexandra supiera que él haría todo lo posible por ayudar a su hijo.—Lo sé, debes ir tras él y evitar que haga algo de lo que pueda arrepentirse después —respondió ella desde la puerta de la cabaña, donde la vieja chamana la sujetaba—. No te preocupes por mí, en este momento lo importante es ayudar a Alexander.Markus tuvo que hacer uso de todo su autocontrol para no ir hacia Alexandra y besarla antes de marcharse.El trayecto de regreso al castillo fue mucho más rápido que el viaje a la cabaña de la chamana en el territorio Di Angelo. Esta vez, Alexandra no iba en el asiento trasero luchando por su vida. Su única preocupación era detener a Alexander.Sabía lo que su hijo estaba pensando hacer, y no lo culpaba. Si en el pasado no hubiera encontrado otra manera de
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57. Revelando todo ante el rey.
—Majestad, permita que Markus hable primero. Estoy seguro de que comprenderá lo que nos une —insistió Alexander.Un silencio sepulcral se apoderó de la sala del trono tras la súplica de Alexander. La mirada de Antuan se clavaba en Markus, intentando entender lo que sucedía.El rey, al final, asintió con la cabeza, aceptando que fuera él quien se expresara. Era hora de que la verdad saliera a la luz, por dura que fuera.—Yo soy Robert, el padre de Alexander —confesó con voz firme—. En realidad, Markus dejó de existir hace tiempo y mi alma entró en su cuerpo.Las palabras de Robert resonaron en la sala como un trueno, golpeando a Antuan con la fuerza de un mazazo. Su mejor amigo, el confidente con quien había compartido risas, secretos y sueños, su compañero de juegos en la infancia, había muerto muchos años atrás, y a él le había costado aceptarlo. Ahora lo tenía ahí, diciéndole que no había muerto y que tampoco se había comunicado con él en treinta años.Un torrente de preguntas inund
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58. Ella te va a odiar.
—Antuan, no puedes dejar que lo haga...Trató de hablar Robert, callando al ver la mirada del rey sobre él.—Mi señor, perdón que le interrumpa, pero como alfa tengo ese derecho sobre mi luna. La única razón de que deba pedirle permiso es que es una princesa, pero por ley, tengo derecho a decidir eso —afirmó Alexander con firmeza.—No puedes obligarla. Ella va a odiarte. Además, si yo hubiera hecho eso, tú hoy no existirías —dijo Robert observando a Alexander—. Hay otras formas, podemos ver otras opciones.—Si lo hubieras hecho en su momento, jamás habrías tenido que renunciar a tu luna. Ella habría seguido feliz a tu lado, no habría tenido que casarse con alguien detestable para protegerme a mí, y yo no habría condenado a mi esposa a muerte por el simple hecho de llevar un hijo mío en el vientre —aseguró Alexander, para luego girarse a observar nuevamente al rey—. Mi señor, pido permiso para hacerlo y prometo buscar la solución al problema y darle herederos más adelante. Tenemos tiem
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59. No haremos nada que no quieras.
La tensión en la sala era palpable. Todos los presentes podían sentir el peso de las decisiones que se estaban tomando. Antuan, como rey y abuelo, sabía que su resolución tendría repercusiones profundas y duraderas. Miró a Franchesca y a Alexander, ambos jóvenes y llenos de un amor que ahora estaba amenazado por las sombras del pasado y las incertidumbres del futuro.—Alexander, Franchesca —dijo finalmente Antuan con voz firme—, entiendo la gravedad de la situación y el dolor que ambos están sintiendo. No tomaremos ninguna decisión precipitada. Consultaremos con los oráculos y exploraremos todas las opciones posibles. Pero quiero dejar algo claro: nadie tiene derecho a decidir sobre el cuerpo de Franchesca excepto ella misma. Como su alfa, tu papel es protegerla y apoyarla, no imponerle tus deseos.Alexander asintió lentamente, sintiendo el peso de la responsabilidad en sus hombros. Sabía que su impulso inicial había sido proteger a Franchesca a cualquier costo, pero ahora comprendía
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60. Sé que te da miedo perderme.
Alexander sonrió con ironía, sus ojos brillaban en una muestra de todo lo que sentía por ella. Hay cosas que se pueden ocultar de muchas formas, pero los ojos jamás mienten cuando se trata del amor.—Un cliché tan antiguo como el tiempo mismo —replicó, acariciando la mejilla de Franchesca con el pulgar.La acercó aún más a su cuerpo, inhalando su dulce aroma como si fuera una droga adictiva, su droga, su marca favorita de heroína a la que no dejaría jamás porque no quería dejar de ser un adicto. En ese momento, el mundo entero se desvanecía, quedando solo él y ella. No existía nada más.—Un cliché que me encanta vivir contigo —respondió ella sin dejar de verlo a los ojos—. Te amo, y haría eso y más por conservarte a mi lado.Ella no dudó en acercarse a él, buscando su calor, porque estar lejos de él le provocaba frío el cual se iba con su cercanía. Su piel se erizó en el mismo instante que él deslizó su nariz por su cuello, haciéndola no solo estremecer sino también suspirar.—Y yo ha
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