Cinco años habían pasado, difíciles y muy largos, todos intentaban sobrellevar el dolor, pero que el niño viviera enfermo toda la vida los frustraba un poco más, se suponía que deberían protegerlo de absolutamente todo y no pueden porque eso se les sale de las manos. ―Amor. ―Eir miró los ojos de su hijo. ―¿Has tenido algún sueño? ¿Has escuchado voz en tu cabeza? ―Radiv negó, él sueña con él mismo frente a un espejo, es todo. ―Vale, no pasa nada, cielo. ―Besó su frente. ―Mami. ―Eir miró los ojos celestes de su hijo. ―¿Por qué siempre hay tristeza en tu mirada? ―El corazón de Eir se paralizó, es primera vez que le pregunta eso. ―¿Tristeza? ―Sonrió un poco más. ―Sí, cuando me miras hay algo más que amor, es mucha tristeza. ―Sin saber que responder negó. ―¿Cómo voy a estar triste si tengo un hermoso hijo? ―Besó sus mofletes hasta hacerlo reír. ―Jamás te miraría con tristeza, cielo. ―Se apartó. ―Cálzate los zapatos, yo iré a peinarme. ―Eir se metió al baño y soltó las lágrimas, es inso
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