Alba Miller Cuando desperté, la confusión me envolvía como una niebla espesa. La noche anterior había sido una pesadilla: el secuestro, el miedo paralizante, y luego Alexis, mi salvador, disparando a Brad para rescatarme. Apenas recordaba la forma en que Brad se desplomó, la sangre, el caos. Todo era un borrón borroso en mi mente. Parpadeé varias veces, tratando de enfocarme. Mis ojos finalmente se adaptaron a la luz tenue de la habitación y vi a mi tío Diego sentado a mi lado. Su rostro estaba surcado por líneas de preocupación, y su mirada reflejaba el miedo y el alivio de verme despertar. —Tío Diego... —murmuré, mi voz apenas un susurro. Él se inclinó hacia mí, tomando mi mano con suavidad. —Alba, gracias a Dios estás despierta —dijo con un tono que intentaba ser calmado, pero no podía ocultar la agitación en su voz. —¿Qué... qué pasó? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta. Necesitaba oírlo, necesitaba que alguien más confirmara que no había sido solo una horrible pesa
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