Alexis Santillan Estaba completamente molesto; no soportaba tener a Alba tan cerca, a la mujer que me había destruido la vida. Intentaba consolarme en Lila, que no se despegaba de mí, pero no le quitaba la mirada de encima a Alba. Era como si cada segundo que pasaba cerca de ella avivara el fuego de mi resentimiento. Una parte de mí la odiaba, la despreciaba por todo el dolor que me había causado. Pero, al mismo tiempo, una fuerza visceral me empujaba a desearla con una intensidad que no podía controlar. Quería encerrarla, tenerla solo para mí y hacerle el amor desenfrenadamente, como si eso pudiera exorcizar los demonios que había dejado en mi alma. Mis pensamientos fueron interrumpidos bruscamente cuando mis hijas, Vera y Emma, llegaron corriendo hacia mí, visiblemente preocupadas. —Papá, no encontramos a nuestra hermana Alba —dijo Vera, con la voz temblorosa. —¿Qué? —respondí, sintiendo una punzada de alarma en el pecho—. ¿Dónde la vieron por última vez? —Estaba en el
Alba Estaba muy asustada, amarrada en una cama. Brad había dormido conmigo, diciéndome que todo estaría bien, que me amaba y que huiríamos juntos. Yo no dejaba de preguntarle dónde estaba mi madrina y qué era lo que había pasado. Su respuesta siempre era la misma: una promesa vacía de que todo se arreglaría. La siguiente mañana llegó. La luz del día entraba por las pequeñas ventanas, pero no traía consigo ninguna esperanza. Estaba exhausta, con el cuerpo dolorido y la mente embotada por el miedo y la desesperación. Brad se acercó a mí, con una sonrisa que en otros tiempos me habría parecido encantadora, pero que ahora solo me llenaba de repulsión. —Brad, por favor, déjame ir —le supliqué, mi voz quebrándose—. ¿Qué te he hecho para merecer esto? Déjame volver con mi familia. Brad ignoró mis palabras, como si no las hubiera escuchado. Se sentó en el borde de la cama, acariciando mi rostro con una suavidad que solo incrementaba mi terror. —Alba, todo lo que hago, lo hago por nos
Alba Miller Cuando desperté, la confusión me envolvía como una niebla espesa. La noche anterior había sido una pesadilla: el secuestro, el miedo paralizante, y luego Alexis, mi salvador, disparando a Brad para rescatarme. Apenas recordaba la forma en que Brad se desplomó, la sangre, el caos. Todo era un borrón borroso en mi mente. Parpadeé varias veces, tratando de enfocarme. Mis ojos finalmente se adaptaron a la luz tenue de la habitación y vi a mi tío Diego sentado a mi lado. Su rostro estaba surcado por líneas de preocupación, y su mirada reflejaba el miedo y el alivio de verme despertar. —Tío Diego... —murmuré, mi voz apenas un susurro. Él se inclinó hacia mí, tomando mi mano con suavidad. —Alba, gracias a Dios estás despierta —dijo con un tono que intentaba ser calmado, pero no podía ocultar la agitación en su voz. —¿Qué... qué pasó? —pregunté, aunque ya sabía la respuesta. Necesitaba oírlo, necesitaba que alguien más confirmara que no había sido solo una horrible pesa
Alexis Santillan Me encontraba en medio de una noche inquieta, con la preocupación por Alba pesando en mi mente como una losa. Mis pasos eran silenciosos mientras me acercaba a su habitación, una necesidad urgente de asegurarme de que todo estuviera bien. Al abrir la puerta entreabierta, la vi allí, dormida bajo la débil luz de la lámpara de noche. Su rostro, bañado en sombras suaves, revelaba una serenidad que aliviaba mi angustia momentáneamente. Su cabello negro caía en cascada sobre la almohada, sus labios entreabiertos parecían susurrar sueños y sus ojos, apenas visibles entre pestañas largas, tenían ese tono de aceituna que siempre me había fascinado. Las pecas dispersas sobre su piel clara eran pequeños destellos de imperfección perfecta. No me contuve y deposite un beso pequeño en sus labios. Salí de mis pensamientos cuando mi hija Vera se acercó. —¿Que haces aquí, papá?— Pregunta ella. — Estaba preocupado por Alba —le respondí en voz baja a Vera, sin apartar la
Alba Miller —Alexis, ¿cómo es posible que Gabriel tenga un padre vivo? —pregunté, sin poder contener mi sorpresa. Alexis me miró con seriedad, como si estuviera evaluando cómo explicarme la situación. —Alba, es complicado. Liam, el padre de Gabriel, tuvo un accidente hace años. Él cree que había muerto, pero en realidad sobrevivió y yo decidí ocultárselo a Gabriel para protegerlo —explicó Alexis con voz serena, aunque se notaba la tensión en sus palabras. Me sentí abrumada por la revelación. Durante todos estos años, Alexis había guardado ese secreto por el bien de Gabriel y su familia. Ahora todo parecía desmoronarse con la aparición repentina de Liam. —Pero, ¿por qué? ¿Por qué no le dijiste la verdad desde el principio? —pregunté, tratando de entender sus motivos. Alexis suspiró y se pasó una mano por el cabello, visiblemente afectado por la situación. —Fue una decisión difícil. Liam no estaba en condiciones de cuidar de Gabriel, y pensé que era mejor así. Pero ahora q
Han pasado más de una semana desde que me secuestraron. Brad está en la cárcel y eso me da un poco de paz, pero no puedo evitar sentirme intranquila. Gabriel ha estado actuando de manera extraña últimamente. Se ha acercado mucho a Liam, y eso me preocupa enormemente. En este momento me encuentro con mi tío Diego. Estamos en su pequeño despacho, donde pasé gran parte de mi infancia. Le he estado preguntando sobre Brad, tratando de obtener alguna noticia que me dé esperanzas. —Tío Diego, ¿has sabido algo nuevo sobre Brad? ¿Cómo está? —pregunté, mi voz temblorosa por la ansiedad que me invadía. Diego suspiró pesadamente, su expresión sombría mientras se recostaba en su silla. —Lamento decirte esto, Alba, pero las cosas no van bien para Brad en la cárcel. Parece que ha sido atacado por otros reclusos. Está en el hospital bajo custodia policial —respondió con voz grave, evitando mi mirada directa. Mi corazón se detuvo por un momento, un nudo se formó en mi garganta. No podía cr
No podía creer que mi madre estuviera viva. Era demasiado para procesar. Los doctores la llevaron rápidamente para revisarla mientras a mí me llevaron a otra sala de la clínica porque me sentía muy mal. Me realizaron algunos análisis de sangre, pero lo último en lo que podía concentrarme era en mi propia salud. Mi mente estaba abrumada por la confusión y el shock. Había un cuerpo en el cementerio, el cuerpo de mi madre y mi padre. . ¿Cómo podía ser posible que mi madre estuviera viva después de todo este tiempo? Mis pensamientos se agolpaban mientras esperaba ansiosamente noticias sobre el estado de Diana. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Qué le había sucedido todo este tiempo? Las preguntas sin respuesta llenaban mi mente, mientras intentaba asimilar la realidad que se desarrollaba ante mí. Finalmente, un médico se acercó con una expresión seria en el rostro. Miré hacia él con expectación, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. —¿Cómo está mi madre? ¿Qué está pasando?
Alexis Santillan Estaba parado frente a la tumba de Diana, sintiendo una mezcla de incredulidad y esperanza abrumadora. Había visto su cuerpo sin vida con mis propios ojos, pero ahora, aquí estaba, viva y frente a mí. La escena era surrealista, como si estuviera atrapado en un sueño del que no quería despertar. Observaba a Diana con cautela mientras los investigadores hacían pruebas en los cuerpos que yacían en su tumba. Era obvio que algo extraordinario había ocurrido. Alba Miller también había sido declarada muerta años atrás, pero al parecer, estaba en la misma situación que Diana. Cuando Diana finalmente despertó, decidí acercarme, necesitando respuestas más que nunca. —Diana, — murmuré, sintiendo cómo las palabras luchaban por salir de mi garganta. —Necesito saber qué pasó. Por favor, dime. Ella me miró con ojos llenos de emociones insondables, como si cargar con el peso de un secreto profundo. —No quiero recordar, Alex, — respondió con voz entrecortada, su mira