Alba Miller Salía de la clínica cuando me encontré con Liam Santillán, quien venía acompañado de Gabriel. Al verlos, toda la tensión acumulada y la confusión explotaron dentro de mí. Antes de que pudiera decir una palabra, Liam me envolvió en sus brazos. Sentir su abrazo, aunque de un hombre al que consideraba un desgraciado, me brindó un inesperado consuelo. Me aferré a él y comencé a sollozar. —Alba, tranquila, estoy aquí —murmuró Liam con una voz sorprendentemente suave. A pesar de su reputación, en ese momento no me importaba. Necesitaba a alguien, a cualquiera, que me sostuviera. Gabriel se acercó, su rostro reflejando preocupación. —Alba, ¿qué ha pasado? ¿Por qué estás así? —preguntó, su tono lleno de cuidado. Tomé una profunda respiración, intentando controlar los sollozos, y me aparté un poco de Liam para poder mirarlos a ambos. —Todo está... todo está mal —dije, mi voz quebrándose—. Alex podría ser mi padre. Toda mi vida ha sido una mentira, y no sé qué hacer.
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