Durante el transcurso de la noche, Jenna había pensado mil veces en rendirse, pero no podía permitírselo. Tenía que demostrar cuánto valía, no solo en la cocina, sino también como persona.Aquella mañana fue sumamente agitada. A pesar del cansancio, del dolor de cabeza y la angustia, Jenna se había ocupado de preparar el desayuno, cuidando de que, como siempre, cada detalle fuera perfecto.Al mediodía, mientras Jenna se encontraba preparando el almuerzo, David pasó por delante de la puerta de la cocina, con el rostro pálido y una expresión de cansancio.Sorprendida de verlo en ese estado, Jenna se acercó a él y lo miró con preocupación.—Señor Whitmore, ¿se encuentra bien? —le preguntó, procurando mantener su tono profesional, pero sin poder ocultar del todo que en verdad estaba preocupada.David suspiró y asintió, aunque su aspecto y su expresión indicaba lo contrario.—Solo tengo un poco de jaqueca. No es nada grave —respondió, con los ojos cerrados, mientras se llevaba una mano a l
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