—Ayuda —grita Sarah desde el baño, sintiendo cómo un fuerte cólico la hace doblar. Siente cómo su intimidad se humedece y una fuga incontrolable de líquido que se desliza por sus piernas. Otro espasmo la hace gritar y gimotear—. ¡Ay, los bebés! —Solloza, alertando a Lukas. El padre de los bebés, al escucharla, se coloca muy nervioso. Como capitán aeronáutico, ha ayudado en unos cuantos nacimientos, pero esto es diferente, es la mujer que ama y sus hijos. Corre apresuradamente, sintiendo su corazón latir a mil. Al llegar, ve a Sarah aferrada del lavamanos para poder sostenerse de pie. En su rostro hay una expresión de dolor y angustia, además está lleno de lágrimas y sudor. —Mi vida, tranquilízate, voy a preparar la tina y llamar a la tía Hannah mientras llega la doctora. Recuerda la respiración, vamos, hagámoslo juntos, inhala y exhala —toma aire y exhalando pausadamente para que ella lo imite. —Amor, siento que mis caderas se van a partir, creo que no voy a poder —pronuncia Sara
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