El laboratorio estaba sumido en una penumbra inquietante. Las luces parpadeaban, arrojando sombras danzantes sobre las paredes de acero inoxidable. El aire olía a desinfectante y a algo más siniestro, como si los secretos del lugar se filtraran por las rendijas de las tuberías.Anthony apretó los puños, sintiendo la presión en su cabeza aumentar con cada paso que daba junto a la camilla. Génesis yacía allí, inerte, su piel pálida contrastando con el frío metal. La sangre seca en su nariz formaba una costra oscura, y su respiración apenas era perceptible. ¿Cómo había llegado a esto? Hacía apenas unas horas, estaban juntos, riendo, compartiendo ideas para su objetivo. Ella comía su comida favorita. Hablaba tranquila o eso le pareció. Ahora, ella estaba al borde de la muerte. Con el pulso apenas imperceptible. —¿Qué le sucede? —exigió Anthony, con su voz ronca y desesperada. Gálata siempre tenía respuestas. Pero esta vez, no había ninguna. Lo vio como si le pesara hablar, por lo que pus
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