Madre e hija caminaban de un lugar a otro, mientras organizaban la mesa, colocaban flores frescas y servían la comida, la hora de la cena se acercaba y el invitado podría hacer su aparición en cualquier momento.—Ya es la hora, mamá —mostró su nerviosismo Carol, asomándose por la ventana y visualizando el auto de su jefe, quien acababa de llegar al edificio—. Oh, llegó, ¡llegó! —anunció corriendo hacia la puerta y decidiéndose a bajar al primer piso para guiarlo hasta el departamento.La joven tomó el ascensor y en cuestión de minutos, ya estaba en el lobby del edificio. Salió rápidamente a la calle, encontrándose con Mattia, quien acababa de bajar de su auto. —Señor Mattia, es un placer que haya venido —lo saludó con una gran sonrisa. No sabía por qué una parte de su ser creía que no asistiría, pero le aliviaba saber que se había equivocado.—Carol, antes de subir necesito decirte algo importante —le dijo. La expresión del hombre volvió a tornarse seria y esto preocupó a la muchacha
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