En la mansión De Lucca, la tensión era palpable. Emiliano, lleno de furia y frustración, caminaba de un lado a otro en su estudio, lanzando miradas a su reloj cada poco segundo. Había pasado más de una hora y media desde que le pidió a Luis que trajera la carpeta y aún no había señales de él. El vaso de cristal en su mano, lleno de un líquido ámbar, temblaba ligeramente debido a su ira. De repente, sin poder contenerse más, lanzó el vaso contra la pared, haciéndolo añicos. El sonido del vidrio rompiéndose resonó en el silencio de la mansión.— ¡Luis! ¡Luis! —gritó, su voz reverberando por los pasillos.Salió de su estudio, cruzando rápidamente el amplio salón donde Valeria estaba sentada, bebiendo un vaso de jugo con la actitud de una dueña y señora de la casa. En ese momento, su abuelo, Vittorio De Lucca, entraba por la puerta principal. La presencia del anciano patriarca siempre imponía respeto y autoridad.— ¿Vas a algún lado? ¿Necesitas gritar tanto, Emiliano, para llamar a tu emp
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