Adrián se agarró con fuerza al borde de la ventana, pero los otros cuatro no tuvieron tanta suerte y perdieron el equilibrio, cayendo por todo el puente de mando. Percival, que apenas estaba literalmente aprendiendo a caminar, se golpeó la cabeza, su cuerpo se restregó contra el suelo y golpeó la pared del fondo. — ¡Lemuria, maniobras evasivas! — gritó Francisco hacia la tablet.La inteligencia artificial no respondió nada, pero cuando el siguiente misil fue lanzado desde la nave que se acercaba, otro misil más pequeño salió despedido desde el casco del barco y lo interceptó en el camino antes de que golpeara el casco nuevamente. — ¡Destruye esa nave! — le gritó Adrián, pero la inteligencia negó. — No puedo destruir nada que pertenezca a la empresa Vital. Está en mi programación. — Entonces, ¿dejarás que te destruyan? En tu programación está protegerte a ti y a todos los clones de este barco. — Tiene razón, señor Adrián. No se preocupe, tendré todo bajo control.El barco se encen
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