Luz Marina. Me encontraba en el hospital con mis dos pequeñas, agotado pero lleno de alegría. Tenía a Amina en mis brazos, dándole pecho porque era la más latosa y demandante. Mi padre, por otro lado, tenía a Alison entre sus brazos; ella era la más tranquila y observadora. Ambas niñas poseían el cabello claro, aunque yo había pensado que serían pelirrojas como su madre. Sus ojos, de un azul intenso, brillaban con curiosidad y vida. Eran exactamente iguales, tanto que a veces costaba distinguirlas si no era por sus personalidades tan marcadamente diferentes. A pesar de nacer hace unas pocas horas había aprendido a distinguirlas. —Mira, Luzma, sus ojos son idénticos a los de Damon —dijo papá, sonriendo mientras acariciaba la cabecita de Alisson y yo asentí. Mi padre, con Alison acurrucada en sus brazos, me devolvió la sonrisa, aunque su mirada aún reflejaba algo de preocupación. —Sí, son preciosas. ¿Dónde está Damon. Asentí, sabiendo que no podía evitar la conversación por má
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