Estaba a punto de anochecer cuando me di cuenta de que alguien había entrado en la habitación. Al levantar la vista, vi que se trataba de Maxon Chrysler, la última persona que deseaba ver. Cuando desperté, él estaba besándome. Sin pensarlo, le pegué una bofetada. —¿Cómo te atreves a venir aquí, Maxon? —le espeté, furiosa. —Luz, mi amor... —intentó decir, pero lo interrumpí. —¿Te das cuenta de que puedo ser tu hermana? ¡Y eso no te importó para llevarme a la cama! —grité, sintiendo una mezcla de repulsión y dolor. Maxon me miró con desesperación, sus ojos llenos de angustia. —No lo sabía, Luz. No tenía idea... —trató de justificarse, pero no quería escucharlo. —¡Vete, Maxon! ¡No quiero verte nunca más! —le grité, señalando la puerta. Maxon se detuvo en seco, sus ojos suplicantes. —Luz, por favor, déjame explicarte. Yo nunca hubiera hecho nada si hubiera sabido la verdad. ¡Te lo juro! —dijo, su voz quebrándose. —¡Ya basta! No quiero escuchar tus excusas. Todo esto es u
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