Mi suegra hablaba y hablaba sin parar. Era como si desde siempre nos hayamos conectado de maravilla y ahora estamos sosteniendo una plática natural.—¿Por qué odias a tu hija? —pregunté.—¡Ja, ja, ja! Hasta ahora mencionas a esa maldita perra. —Respondió. Ahora su semblante había cambiado y parecía una malvada bruja sin sentimientos. Mientras que yo a cada segundo me ponía más mal.—Por su culpa, su padre me abandonó. Luego, al casarse contigo, mi hija sería millonaria porque tú serías el heredero. Ella no merece riquezas, ella no merece ser feliz, todo debió ser mío. Yo soy la que he sufrido toda la vida y gracias a mí te conoció, de lo contrario seguiría siendo una más del montón.Esa mujer comenzó a destilar su veneno nuevamente, pero yo no podía articular palabra y defenderme porque mi cuerpo no respondía, mi voz no salía y un dolor en mi garganta subía desde mi estómago, era como fuego que quemaba y destruía todo a su paso.—¿Sabes qué, mi querido yerno? Te voy a confesar algo mu
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