Carl regresó a casa muy despacio. No se atrevió a espolear a su caballo para que fuera a galope. No tenía ganas de disfrutar del paseo. Cuando Angeline se fuera mañana, el resto de su vida no tendría color. A pesar de lo que ella pensara, él no podía imaginar unirse a otra mujer, ni casarse solo para tener compañía.Aunque quisiera cuidar de otra, Angeline siempre estaría en su corazón, ocupando toda la habitación, siendo una comparación imposible para cualquier mujer. Él esperaba que fuera más fácil de reemplazar, por el bien de ella. Si no, sería como si ambos estuvieran condenados al infierno en la tierra.Su cara, tan dulce, tan desdichada, le rompió el corazón justo antes de cerrar la puerta. ¿Luchar por ella? ¡Al infierno! Estaba haciendo exactamente eso, luchando contra su yo más débil que quería mantenerla a su lado. Luchando para asegurarse de que un día no lo miraría con resentimiento, por arruinar la vida que podría haber tenido.No debería haberle hecho el amor. Debería ha
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