Estaba convertida en un volcán, podía sentir la lava recorrerle el cuerpo, incandescente dejando burbujas a su paso. Todo lo que Leonard le había dicho lo había procesado en ira, en furia, en ganas de gritar. Pero tenía la garganta cerrada; se habían cansado de burlarse de ella, de usarla, de mentirle, de tomarla por tonta.¿Cómo no se había dado cuenta? ¿Cómo no vio las sonrisas artificiales, las palabras intencionadas, las miradas de soslayo? Le mintió en la cara desde el día que la conoció ¿por miedo a que un hombre la dejará? Y no solo eso, la usó como a un títere llorando desconsoladamente, rogándole; la había acercado a Daniel para luego arrancárselo de las manos.Laura, la tímida e inocente, enamorada eterna de su dulce Harry. Con sus movimientos suaves y sus palabras de terciopelo; todos sus agradecimientos habían sido falsos. “Gracias, Deanna” ¿Gracias? ¿Gracias por no darte cuenta, por dejarte engañar tan fácilmente? Había corrido con ella al hospital cuando Emma nació, acas
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