Chantal.Su mundo se había desvanecido de una forma abrupta, para dejar a su alrededor un remolino de sensaciones embriagadoras que eran más fuertes que sus dudas. Solo lo percibía a él, y lo que hacía con ella. En esos momentos, había decidido darse el lujo de olvidar todo, de ceder y disfrutar del inminente suceso. Se encontraba sumergida en una marea de exquisitos besos a ritmo lento y profundo, sentía como era transportada por aquellos fuertes brazos, que la sostenían en el aire como si ella no pesase nada. Le rodeaba la cintura con sus piernas, lo percibía fuerte contra ella, haciendo que ese delicioso calor que le recorría el cuerpo se tornara, cada vez, más abrasador. Sintió a ojos cerrados como se detuvo, y el sonido de una puerta al abrirse le dejó saber que ya habían llegado a su habitación. Dixon caminó dentro, dejó de besarla aún con ella entre sus brazos.—¿Estás segura, Chantal? —le dijo con voz ronca—. No creo poder aguantar más, te deseo demasiado —las respiraciones a
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