Dixon.... La veía andar a paso calculado. Moviendo sus caderas de una manera sexy e inconsciente, destilando firmeza en esas, no tan llamativas piernas, pero sí hermosas, o así lo veía él. En Chantal Robinson, toda esa sencillez que emanaba, toda esa dulzura ligada al miedo, todo ese sufrimiento con atisbo de alegría se le hacía hermoso ¿Cómo había llegado a este punto? No tenía idea, pero tenerla a pasos de distancia, con su aroma aún revoloteando dentro de ese coche, le daban ganas de tomarla de los rizos y arrancarle ese tortuoso beso que ella le había negado de ese par de labios que lo traían loco. Era prácticamente un deseo incontrolable, unas ganas de poseerla, tan profundas, que le nublaban los sentidos, al punto, de hacer enormes esfuerzos por no lanzársele encima. Es que Chantal no era como otras chicas, era especial en todo lo que hacía, en cada palabra que emitía, en cada acción o gesto intencionado de su parte. Cosa que estaba demostrando con ese andar lento que mecía an
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