La enfermera se acercó a Ayse y, con voz suave pero firme, le pidió que saliera de la sala de partos.—Lo siento, señorita, pero solo puede quedarse una persona acompañando a la madre durante el parto, tendrá que esperar afuera.Ayse miró a Zeynep con preocupación, no quería dejarla sola en un momento tan especial, pero sabía que Kerem merecía estar allí, ser el primero en ver a su hijo venir al mundo. Con un asentimiento resignado, soltó la mano de su amiga y se dirigió hacia la puerta.—Estaré justo afuera, Zeynep —prometió con una sonrisa alentadora— todo saldrá bien, ya lo verás.Zeynep apenas pudo corresponder a la sonrisa, pues en ese momento, otra contracción la golpeó con fuerza, arrancándole un grito de dolor. Kerem se apresuró a tomar su mano, sus ojos estaban llenos de preocupación.—Respira, mi amor —susurró, acariciando su frente empapada de sudor— estoy aquí contigo, no te dejaré.El doctor, que había estado monitoreando el progreso de Zeynep, se colocó en posición al pie
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