Eduardo era tan atento y amoroso conmigo que me hacía olvidar sus actividades ilícitas y a la gente que lo rodeaba. Por momentos me sentía tan feliz de tener cerca a alguien tan gentil que decía amarme. Llegué a cuestionarme si me estaba enamorando de él.Ese enamoramiento se quebrantaba de inmediato ante cualquier detalle que me recordarse su rol de jefe de una mafia. Empezaba a sentirme paranoica. Creía que él, su gente o sus enemigos podían matarme en cualquier momento. Y acto seguido entraba en pánico. No podía respirar, tenía taquicardia y temía por mi vida.Mientras estuve internada, Eduardo, estuvo al lado mío casi todo el tiempo. Solo se ausentaba cuando iba a su departamento a ducharse o salía a comer algo. Por lo general, en ese periodo de tiempo era Jane que se quedaba acompañándome. Los dos se portaron muy bien conmigo.A mi amiga no le hablé de los negocios turbios de Eduardo, pese a ello, igual no le simpatizaba para nada. Decía que su sexto sentido le advertía que no era
Leer más