Todos los capítulos de ESPOSA CAUTIVA: a la que no podía amar: Capítulo 51 - Capítulo 60
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51. Savino besa a Serafina y Remo no llega a su cita con Marianné
— ¿Por qué diablos me lo pones tan difícil siempre, eh? — preguntó en un gruñido, al cabo de un instante; demasiado cerca de sus labios, y provocando que a la hermana de su jefe se le cortara el aliento.— No debería ser tan difícil — respondió ella después de cortos segundos —. Ah, Savino, si tan solo tú…— No, no lo digas — la interrumpió, contenido. Sus manos aún puestas en su cintura, ansiando tocar más allá de los límites que podría permitirse a sí mismo.— ¿Por qué? ¿Por qué no, Savino? Sé que me deseas — se aventuró a decir, exponiéndose al rechazo más cruel.— Serafina…— Atrévete a negarlo, vamos, hazlo — lo retó —. Atrévete a negar como deseas como mujer, y que no te mueres por follarme ahora y aquí, arriesgándonos a ser vistos.— ¿Cuándo entenderás que eres una cría, eh? ¡No puedo, joder! ¿Entiendes eso?— No, no lo entiendo — negó, cerrada —. ¡No entiendo por qué no puedes amarme… desearme!— No se trata de ti.— ¿Qué es entonces? ¿Es alguien más? Savino, tú… ¿estás enamora
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52. El doctor le da una noticia a Marianné
Cuando Marianné bajó al salón, todo el mundo en la mansión Gambino estaba allí.— ¿Qué está pasando? — preguntó a la nonna Vittoria, ya para ese punto demasiado inquieta — ¿Dónde está Remo?La mujer la miró con compasión y tomó sus manos entre las suyas.— Sé que a mi nieto no le hubiese gustado que te diese esta noticia, pero…— ¿Pero qué? ¿Qué pasa? ¡Dígamelo, por favor! — rogó.— Cariño, hace una hora Savino perdió toda comunicación con Remo, y… hace media confirmamos que lo han secuestrado.Marianné ahogó un jadeo de impresión y sus ojos se abrieron como platos.— ¿Qué? No, no… — comenzó a negar con la cabeza.— Marianné, querida, tienes que tomarlo con calma, ¿de acuerdo?— ¡Pero no puede ser cierto! ¡Él me había llamado… me dijo que vendría, que…!— ¡Esto no es más que tu culpa! — intervino Priscila de pronto, señalándola — ¡Desde que llegaste a la vida de mi hijo no has hecho más que alterar su vida!— Priscila, basta, no estás ayudando en nada a esta situación.— No, suegra. No
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53. Han localizado a Remo
— ¿Embarazada, doctor? ¿Está seguro? — preguntó después de un par de segundos.— Completamente. Felicidades — le dijo antes de darle un momento a solas para procesar la noticia, así que, cuando el doctor salió de la habitación, Marianné rompió a llorar con sentimientos acumulados.Un instante después, la puerta se abrió ligeramente. Era la nonna. Entró con una media sonrisa.— Cariño, qué preocupada estaba.Todavía conmocionada, Marianné se limpió las lágrimas.— Señora…— Dime nonna, por favor — se acercó a su lado y tomó su mano entre la suya —… sobre todo ahora que vas a darme a mi primer bisnieto.— ¿Lo sabe?— Tuve mis sospechas, pero no quise ser imprudente, y ahora no pude evitar escuchar la noticia desde el otro lado de la puerta. ¿Cómo te sientes?— Yo… no lo sé — musitó sincera, y perdió la mirada por un segundo antes de buscar los ojos de la buena mujer — Remo. Dios, Remo…— Tranquila, Savino ya lo ha localizado — le dijo en tono suave —. Están organizando un operativo para
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54. Nada importa mas que la familia
Marianné rogó al doctor que le diera el alta pronto y así regresar a la mansión mientras esperaba por noticias de Remo, sin embargo, debido a su estado, no pudo ser posible, y el médico a cargo ordenó que debía mantenerse bajo supervisión durante las siguientes horas, solo así, podía asegurarse de que ella y su embarazo no corrieran ningún peligro que lamentarían después.Durante las siguientes dos horas, la espera fue casi enloquecedora. Marianné no dejaba de preguntar a la nonna por nuevas noticias y con cada segundo que pasaba se inquietaba más de la cuenta.No fue hasta después de las tres de la tarde cuando la nonna recibió noticias y Marianné se quedó dormida.El rescate de su nieto había salido bien, pero, durante el proceso, hirieron de gravedad a Savino, un pilar fundamental en su familia, así que, a pesar de la alegría, sus ojos se llenaron de lágrimas.— Nonna, ordena que tengan todo listo para recibirlo. ¡Vamos para allá! — le dijo Marcello a través de la línea.La nonna mi
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55. Savino tiene que estar bien
Cuando la noticia de Savino llegó a Serafina a través de un mensaje de texto, su corazón se detuvo por una milésima de segundo.— Serafina… ¿estás escuchando a Filippo? — le preguntó su madre, sacándola de su ensimismamiento.Alzó el rostro, aturdida y con lágrimas contenidas en los ojos. Se encontraban en el salón, compartiendo una taza de té.— Lo siento, me distraje por un segundo. ¿Qué me decías? — preguntó con una sonrisa tensa. Sus manos sudando y temblando de miedo.— Filippo te decía que le gustaría invitarte a cenar esta noche. Dale una respuesta. Estoy segura de que te encanta la idea, ¿no es así?Serafina parpadeó.— Yo, bueno… me siento un poco indispuesta. ¿Podríamos dejarlo para después?Priscila abrió los ojos, atravesándola con crudeza. ¿Qué estaba haciendo esa niña? ¿Cómo se daba el lujo de rechazar a un perfecto candidato para pedir su mano cuando cumpliese la mayoría de edad?— Creo que salir te hará bien, cariño, además, Filippo se encargará de que pases una velada
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56. Una carta de Florencia y Savino recibe una visita del pasado
Los días siguientes, aunque fueron de absoluta tensión para Remo, nada evitó que cuidara de su mujer y retomara esa cita que había quedado pendiente. Por supuesto, se aseguró de que fuese seguro para ambos salir de la mansión, así que durante toda la velada, su séquito de hombres peinó la zona y se mantuvo alerta por cualquier inconveniente.— En una semana estarás divorciada de Valentino — le dijo Remo a Marianné después del postre.Ella abrió los ojos.— ¿Qué…? ¿Hablas en serio?— Sí, ya es un hecho, y aunque no quieran, ni él ni la cúpula pueden oponerse. Hay códigos más fuertes en nuestro mundo que no necesitan de la aprobación de nadie.Marianné sonrió sin poder creerlo.— Una semana — musitó.Remo asintió y tomó sus manos por encima de la mesa.— Sí, una semana y serás una mujer libre.— Ah, Remo — sus ojos se nublaron —… jamás creí que eso pudiera ser posible.— Pero lo es, y cuando eso suceda, ya no tendrá que preocuparte por nada.— Valentino no se quedará tranquilo.— Lo está
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57. Savino deja caer sus barreras
Serafina llevaba alrededor de cuatro horas esperando a Savino, cuando al fin lo vio aparecer.— Sav… — iba a decir, al tiempo que se incorporaba como un rayo y se sacudía el pantalón, tratando de lucir lo más presentable posible, pero una mujer apareció detrás él, robando toda su atención.Serafina frunció el ceño.¿Quién era ella…? ¿Y por qué acariciaba su mejilla con tanta familiaridad?Savino suspiró, hastiado, con la presencia de su exnovia allí.— ¿Qué carajos, Daniela? ¿Me has seguido?— No me dejaste alternativas. Te negabas a hablar.— Y sigo negándome. Vete de aquí. Eres la última persona a la que quiero ver.Pero la mujer sonrió, y estiró su mano para acariciarle la mejilla.— Tan dominante como siempre — dijo en un tono seductor, mezclado de recuerdos.Savino ladeó la cabeza, rechazando su contacto rotundamente, fue entonces cuando la vio.Serafina estaba en su puerta, y lo que sea que cruzó por su cabeza en ese momento, ante el atrevido e innecesario gesto de Daniela, no fu
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58. Eres mía ahora, Serafina
Sin saber cómo, llegaron a la habitación, y solo descubrieron que estaban allí cuando un sillón los detuvo.— ¿Estás bien? — le preguntó Savino a una Serafina que se sentía flotar en una nube erótica, al tiempo que se separaba un milímetro de sus labios y reposaba su frente en la suya.Ella asintió con una sonrisa.— Estoy perfecta — consiguió decir con demasiado fuerzo, pues la pasión de aquel beso le había cortado el aliento.Savino sonrió de vuelta, orgulloso, y la tomó de los muslos, instándola a rodearlo con las piernas. Fue así como llegaron a la cama, y con demasiada cautela, sin apartar sus ojos de los suyos, la recostó sobre el colchón.La imagen de ella fue absolutamente celestial. Jamás imagino a Serafina en su cama, no de ese modo, ni que lo mirara como si no existiese otro hombre sobre la faz de la tierra, y es que la verdad estaba en que sí, para la Gambino no existía ni existiría otro hombre. Lo que sentía por él iba más allá de un capricho. Lo quería desde que tenía uso
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59. La tumba de Florencia tiene las respuestas
Mientras tanto, en la mansión Gallo, a Marcello se le había notificado la presencia de su jefe y amigo, en compañía de Marianné.— Remo, Marianné. No los esperaba — saludó, contrariado, invitándolos a pasar.Marianné sonrió un tanto nerviosa, pues durante todo el camino, su hombre y padre de su futuro hijo se había mostrado demasiado inquieto.Cuando llegaron a la biblioteca, donde nadie los interrumpiría, Remo miró a su amigo, sosteniendo fuertemente la mano de la única mujer que lo podía mantener cuerdo.— “Ha llegado el momento”. ¿Te suena de algo? — preguntó entornando los ojos, y supo entonces que Marcello tenía que ver en todo aquello cuando palideció — ¿Qué? ¿Por qué te quedas callado?— Remo…— ¿Qué carajos sabes tú de la muerte de Florencia, eh, Marcello? — exigió saber, y toda esa contención a la que estuvo aferrándose durante el camino la vio desvanecerse de no ser por el pequeño y suave de apretón de la mano de Marianné, en torno a la suya.Ella lo miró con súplica. No era
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60. Fuertes revelaciones. Marianné termina en el hospital
Remo miraba el reloj sobre su escritorio con impaciencia e inquietud, cuando Marianné llamó a la puerta y entró poco después, capturando su atención.Estaba ataviada dentro de un vestidito fresco de temporada y llevaba el cabello suelto.Preciosa.— Pensé que te encontraría listo — musitó ella, acercándose con pasos tímidos.Remo echó la silla hacia atrás y la instó a sentarse sobre su regazo. Le besó el hombre cuando la tuvo así, como le gustaba, pegada a él.— Hueles delicioso — ronroneó, inhalando el aroma de su cuello — ¿Que perfume es? Te follaría aquí mismo.Las mejillas de Marianné se encendieron.— Remo…— ¿Qué? Eres mi mujer. Es normal que quiera follarte a cada momento — anoche y esa mañana no fue suficiente. Y es que si fuese por él, permanecería anclado a su ser las veinticuatro horas del día.Pero Marianné negó con la cabeza.— No es eso, te dije algo cuando entré.— ¿Sí? ¿Qué era? — indagó, fingiendo no acordarse, y lamió la curva que conectaba con su mentón, al mismo tie
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