46. Los guardias ya tienen órdenes de no dejarte salir
— ¿Remo? — musitó Marianné, girándose, contrariada, aunque feliz de verlo allí, pues si Fabio le decía a él lo que acababa de contarle a ella, las cosas serían muy distintas — Que bueno que estás aquí, escucha, Fabio… Pero él ni siquiera reparó en ella del todo, y a cambio, continuó caminando hasta donde estaba su hermano, y lo señaló con advertencia. — Deja de llenarle la cabeza de basura, Fabio, te lo advierto, y no sé cómo conseguiste hacerla venir, pero… — ¡Fabio no me pidió que viniera! — No te metas, Marianné — le dijo él, todavía sin mirarla. — No me das miedo, Gambino, y agradece que no solo tienes ventaja en este momento sobre mí, sino que por lo que veo tienes en el bolsillo a todos los guardias de esta ratonera — dijo mirando a su alrededor. Ninguno de ellos estaba con la intención de intervenir, de no ser necesario —. Pero algo sí te diré: allí fuera todavía tengo gente que es leal a mí, y si me entero de que le vuelves a hablar de esa forma a mi hermana… Remo rio sin
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