Una sonrisa se dibuja en el rostro de Lisandro, mientras me abraza y huele mi cabello como si eso lo ayudara a relajarse.—No soy un santo, ya te he dicho que tuve mi fase rebelde. En ese momento Paul y yo nos hicimos amigos. Fumábamos, bebíamos y nos comportábamos como dos tontos. Su hermana menor también iba a la academia, por lo que se nos acercaba a veces. Siempre quería romper los límites, pero ella era menor que nosotros. Y aunque a Paul no parecía molestarle que ella hiciera el ridículo, yo no podía verla drogarse o alcoholizarse delante de mí. Sin embargo, el día de la famosa fiesta yo no estaba bien. Había discutido con mi padre biológico, no quería tomar sus negocios, quería forjar mi propio futuro. Él me dijo que, si yo no me hacía cargo de sus asuntos, mi hermana adoptiva lo haría con su esposo. Y aunque le dije que no me importaba, me hirió un poco que la pusiera por sobre mí. Se suponía que el heredero era yo. Fui arrogante, no entendía de que se trataba esa responsabili
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