Leo tomó un sorbo de su agua, mientras esperaba que Antonella terminara de comer. Le había prometido contarle todo sobre Annalise cuando terminaran de cenar. Sabía que, en cuanto comenzara a hablar, Antonella se perdería en un torbellino de suposiciones y no podría continuar comiendo.—Listo —anunció Antonella colocando los cubiertos en su plato antes de alejarlo—. ¿Comenzarás a hablar ahora?Leo no pudo evitar sonreír. Era como una pequeña niña curiosa e impaciente.—La primera vez que Annalise estuvo en tu tienda, levantó algunas de mis sospechas —dijo, adoptando una actitud más seria—. Aunque intentaba disimularlo y lo hacía muy bien, parecía observar las cosas con demasiado interés. Podría haberlo descartado como simple curiosidad, de no ser porque la vi dejar algo en el mismo lugar donde rompió el regalo. Cuando lo revisé, confirmé que se trataba de un audífono.—¿Hay audífonos en mi tienda?—Sí, pero me encargué de ellos, ya no pueden trasmitir nada.—Eso no tiene lógica, qué ga
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