Antonella intentó persuadir a Leo de que la esperara en el auto con la promesa de que no tardaría demasiado; sin embargo, antes de que se diera cuenta, él ya estaba afuera del vehículo, abriéndole la puerta.—Necesitarás ayuda para cargar con tus maletas —explicó él, tomándola de la mano.—¿Cuántas maletas crees que me llevaré conmigo? —preguntó, conteniendo una sonrisa.—No lo sé, pero no quiero que dejes nada porque no puedes cargar con ello.Antonella casi se derritió encantada ante sus palabras. Leo siempre tenía respuestas lógicas, pero al mismo las más tiernas.En cuanto atravesaron la puerta del edificio, Antonella intentó liberarse del agarre de Leo, pero resultó una tarea imposible, así que se resignó. Al pasar por el recibidor, saludó a los guardias con una sonrisa y continuó de largo en dirección el ascensor.Leo observó el lugar con detenimiento, desde los hombres de seguridad hasta todas las salidas disponibles en caso de emergencia. Era una costumbre que tenía cada vez q
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