79. Sin salida de un amor doloroso
Sus pasos no terminan pero para Angelina esto es una ruptura. Hasta aquí llegó ésta relación y no va a dar hincapié a cualquier palabra que Giancarlo le diga. Se siente usada, y como siempre, humillada. —Maldición —lo único que bota son lágrimas de rabia, mientras su mente, en la desesperación que acelera el pulso, sigue reproduciendo lo que acaba de vivir. —Detente. —Déjame en paz. Dejame en paz, por amor a Dios. Tan sólo vete —Angelina no quiere girarse a verlo, tampoco en desistir de lo que su corazón está llorando, sólo decepción. Más, mucho más que decepción—, yo no puedo seguir así. No quiero, no puedo. No quiero estar más contigo. —No digas eso —Giancarlo la llama desde su sitio pero entonces, le grite—, ¡Angelina! Baja la aceleración de su caminata para soltar una respiración por la boca y luego, para girarse a verlo. Giancarlo está herido, en el sentio que no le ha visto nunca esa mirada preocupada, resentida. Está ahí esperando otra respuesta. —¿Por qué te
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