Sin pronunciar una palabra, Alejandra recogió el libro arrojado, acariciando su portada como si fuera un tesoro precioso. Retrocedió lentamente hacia la puerta de la habitación, sus ojos nunca abandonando a Xaria, quien la observaba con una mirada fría e implacable.—Lo siento —dijo saliendo de la habitación corriendo, sintiendo el corazón destrozado.Carter se quedó viendo a su hija, y comenzó a moverse en su silla de ruedas, la niña se incorporó y comenzó a llamarlo.—Papá, ¿Te vas? —preguntó asustada, porque estaba acostumbrada a que su padre la durmiera.—Si me voy y lo haré porque aunque te amo, me siento decepcionado de tu comportamiento… hoy no voy a leerte ningún cuento, y nadie te dormirá… lo harás sola, porque en este momento no deseo estar contigo. Tú actitud fue grosera, y te aseguro que Alejandra no se lo merece.Carter salió de la habitación dejándola sola. Ella abrió los ojos de par en par y comenzó a llorar en silencio, porque tenía demasiado miedo, las sombras que pr
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