Lejos de Sicilia, dentro de una clínica de rehabilitación, Rita, la madre de Maya estaba decidida a jugar su última carta, a pesar de su edad, conservaba las formas de su cuerpo, aparentando a pesar del alcohol, menos edad de la que tenía.—¡Dios! Si mi hija no fuera tan estúpida, estaría muy cómoda en casa, en lugar de estar encerrada en este infierno, necesito un trago, siento que me quemó por dentro. El enfermero que le daba su último medicamento del día, pasaría en unos minutos, Rita se apresuró a rasgar la sábana para hacer una tira ancha, al obtenerla, la ató alrededor de su cintura. Usaba una amplia bata en color blanco que llegaba abajo de la rodilla, al atar la tira a su cintura, el largo de la bata subió un poco arriba de sus rodillas, llegaba justo bajo sus bien proporcionados pechos, lo que hizo que se levantaran. Al entrar el enfermero, Rita fingió que salía del baño, el hombre recorrió de inmediato su cuerpo con lujuria. —Buenas noches, guapo, pensé que hoy no vendría
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