Valeria, aún algo pálida y con un brazo enyesado, llegó a su casa acompañada de Ava y Sebastián. La casa, habitualmente acogedora y cálida, se sentía ahora como un refugio necesario tras el tumulto del accidente. La lluvia seguía golpeando las ventanas con fuerza, como si el mundo exterior quisiera recordarles la fragilidad de la vida.Al abrir la puerta, Valentina, su hermana, la esperaba con ansias. Sin decir una palabra, corrió hacia Valeria y la envolvió en un abrazo cálido y apretado. Valeria, sorprendida por la intensidad del abrazo, sintió una mezcla de alivio y emoción.—¿Por qué no viniste al hospital? —le preguntó Valeria con un tono suave, aunque había un toque de reproche en su voz.—Prefería verte en casa, donde estás más cómoda y segura —respondió Valentina, tratando de sonreír, pero sus ojos reflejaban la preocupación que sentía.Ava y Sebastián observaban desde el umbral, intercambiando miradas de alivio y preocupación. Después de unos momentos, Valeria, aún apoyada en
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