— Mi hija, no, no, ¡mi niña, no, ella es inocente, ella es inocente…! — comenzó a halarse los pelos, murmurando, gritando y de un momento a otro, hizo por abalanzarse entre las llamas a querer rescatarla.— ¡Estás loca! ¡Morirás si entras ahí! ¡Vamos Grace, deben estar al venir, no pueden vernos aquí, vamos, tenemos que escondernos!— Albert estaba angustiado por la muerte de su hija, pero su cabeza aún seguía bien fría como para calcular y tramar.Aguantaba a Grace y la halaba, intentando alejarla del lugar del siniestro.— ¡TÚ, TÚ ERES EL CULPABLE! ¡TÚ MATASTE A MI HIJA! ¡MALDIT0 DESGRACIADO, MATASTE A MI PEQUEÑA, LA MATASTE…! Grace comenzó a golpearlo con los puños en el pecho, a querer sacarle los ojos con las uñas, a arañarlo en el rostro, morderlo y desangrarlo.La impotencia, la rabia, el dolor, la ira, todo mezclado en su interior, haciendo un coctel de emociones que iba quebrando su espíritu y su mente, como un espejo que cae al suelo y se rompe.— ¡Suéltame maldit4 loca, tod
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