Me siento idiota porque he estado flipando el resto de la semana con ese simple “Gracias” de Oliver, y ni yo sé por qué. Como se lo pidiera, no volvió a enviar a su ayudante de limpieza; sin embargo, la mujer me dejó el piso como una taza de plata, y comida preparada para que no tuviera que cocinar hasta la siguiente semana. En otras circunstancias estaría muy agradecida, pero de momento, tengo que ser precavida. Mi padre me ha impuesto demasiadas reglas y a veces me pregunto si en realidad quiere que mejore y sea feliz. Eso solo provoca que con más razón quiera liberarme de él. La última sesión con Watson fue alentadora, flexibilizó la toma de mi medicamento y me ayudó con una consulta un tanto vergonzosa. Sentí algo de pena, pero, con el tiempo se ha convertido en más que un psicólogo que me hace preguntas y me prescribe ansiolíticos y antidepresivos. Es como un amigo, además, que después de la última sesión con mi padre, se muestra más amable. Ya no le odio como a
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