Estoy de no creerme lo que estaba haciendo, pero sin duda Oliver me hace perder la cabeza cada que se pone en este plan que termina absorbiéndome y metiéndome en esta burbuja de frenético placer; sin embargo, no miento con mis palabras. No quiero involucrarme demasiado, siento que si lo hago volverá a pasar y es un temor que no me puedo quitar aun con todas las terapias y tratamientos por los que he pasado.
No es que vaya a intentar volver a atentar contra mi vida, es solo que no quiero volver a caer allí; sin embargo, entre más me lo digo para advertirme más quiero hacerlo, y nada de esto ayuda porque tiene razón. Me gusta, y es quizás eso a lo que no me puedo negar.
Nuestras miradas conectan como un imán con nuestras bocas entreabiertas. Ambos respiramos tragándonos la agitación del otro, mientras cabalgo sobre él como si nada importara más que este momento en que nos fusionamos a la perfección. Todo desaparece, y creo que ni él ni yo nos hacemos conscient
Me siento idiota porque he estado flipando el resto de la semana con ese simple “Gracias” de Oliver, y ni yo sé por qué. Como se lo pidiera, no volvió a enviar a su ayudante de limpieza; sin embargo, la mujer me dejó el piso como una taza de plata, y comida preparada para que no tuviera que cocinar hasta la siguiente semana. En otras circunstancias estaría muy agradecida, pero de momento, tengo que ser precavida. Mi padre me ha impuesto demasiadas reglas y a veces me pregunto si en realidad quiere que mejore y sea feliz. Eso solo provoca que con más razón quiera liberarme de él. La última sesión con Watson fue alentadora, flexibilizó la toma de mi medicamento y me ayudó con una consulta un tanto vergonzosa. Sentí algo de pena, pero, con el tiempo se ha convertido en más que un psicólogo que me hace preguntas y me prescribe ansiolíticos y antidepresivos. Es como un amigo, además, que después de la última sesión con mi padre, se muestra más amable. Ya no le odio como a
A medida que avanzamos en el trayecto hasta el lugar del que no tengo ni idea, el semblante de Oliver fue tornándose más adusto. No diría que, enojado al extremo, sino serio y algo tenso. Tomo un poco de aire para hablar y romper el silencio en el que nos hemos quedado luego del esparcimiento. ―¿Puedo saber el porqué de tu insistencia? ―¿Con respecto a qué? ―Devuelve la pregunta. ―En que te acompañara. ―No has pensado que es lo mismo que necesitabas en aquella ocasión. ―No creí que la necesitara, fue más una idea de Watson. ―¿Quién es Watson? ―pregunta con repentino interés, y supongo que nunca le he hablado de él. Tampoco lo creí necesario. ―Mi psicólogo, fue quien lo propuso y ya que se dieron las cosas solo lo aproveché. ―¿Habrías invitado a otro si no te hubieras aprovechado? ―No lo creo, no había a quien. ―Con esa respuesta te haces notar como si fueras alguien que no se relacionara con nadi
OliverSupongo que tiene razones para sorprenderse. El pequeño Oliver que ella rescató y ayudó a sanar de sus heridas luego que lo maltrataron, siempre le dijo que nunca confiaría su cuerpo ni su voluntad a otra mujer que no fuera ella.Estaba tan dañado cuando lo sacó de aquella casa donde esperaban que fuera cuidado como a un hijo. Que le darían el amor y el cariño que había perdido cuando murieron sus padres y quedó huérfano. Sin embargo, no ocurrió nada de eso y solo consiguieron que el pequeño ángel a medida que creciera se convirtiera en un demonio.Ella lo rescató en pleno proceso, y aunque sigue sin saber todas aquellas cosas que se obligó a vivir con todos esos malos recuerdos, si es consciente que es alguien que se imposibilitó a sí mismo para crear algún tipo de afinidad o sentimiento. Sabe lo que traman
Debo reconocer que estoy nerviosa, y un poco más que cuando estaba presenciando esa conversación un poco tensa y familiar con la abuela de Oliver. Admito que me abrumó escuchar algunas de las cosas que se dijeron. Me hace corroborar lo que he estado pensando sobre que Oliver no lo ha pasado nada bien como yo, aunque no puedo decir que mis traumas se comparan con los suyos porque no provienen de mi niñez, a diferencia suya tengo una familia viva y ya era grande, en cambio él no tenía ninguna y era un niño. Su mano apretando la mía con fuerza me recuerdan que ahora es un hombre, su fragilidad ya no se ve por fuera, pero debe llevarla por dentro. Le miro de reojo y luce sereno y decidido, una expresión característica de él. Mi pecho se acelera a medida que nos acercamos, y los sonidos de risas comedidas, voces y copas se hacen cada vez más evidentes. ―¿Nerviosa? ―Creo que lo estaba desde antes ―respondo sin darle importancia. Debe entender que es
Oliver no debería decir esas cosas tan a la ligera y su abuela tampoco darle cuerda. Aunque se nota que ella hace lo mejor por congraciarse con él, sin embargo, no como una aduladora y sí como algo más cómplice. Una parte de mí flipa con ideas como esas que no se me pasaban por la cabeza hace mucho tiempo. Tal vez porque al final la gente te empuja tanto que terminas por resignarte, pero luego ocurre eso y aparece alguien que vuelve a empujarte, pero de la forma contraria. No para seguir hundiéndote sino para mostrar que aun puedes flotar hasta la superficie. No dice nada más y solo da la vuelta jalando mi mano, pero al hacerlo, la molestia por llevar zapatos más pequeños por fin resalta. ―¿Te pasa algo? ―Creo que son las sandalias ―respondo con la incomodidad, y solo espero que no me haga ampollas. ―¿Qué pasa con ellas? ―¿Qué crees? ―murmuro―, me molestan porque son una talla más pequeña. ―¿No atiné con la talla? ―aduce dubitativo haciendo que yo haga una mueca sarcástica―. ¿Po
Oliver Si no hubiera sido porque Allegra se asustó con el abordaje del policía de caminos y retrocedió con su idea, lo habría mandado al carajo porque cada vez disfruto más con lo desenvuelta y atrevida que ahora es. Lejos de disgustarme todo ello, me encanta. Es como si por primera vez estuviera disfrutando de las particularidades de tener una relación cercana, aunque a estas alturas, estoy convencido que sobra decirlo, además que siento que somos únicos. La realidad es que en el fondo se siente como haber encontrado la horma de mis zapatos, y quedármela calzada para siempre. ―No crees que eres demasiado engreído al decir esas cosas. ―¿Entonces es mentira que quieres estar conmigo? ―expongo y ella enseria su rostro―, estoy seguro que si no hubiera aparecido ese policía, me habrías cogido en el auto. ―¡Oye! ―exclama mostrándose espantada. Me causa diversión, mientras ella se muestra furibunda. Cr
Oliver No había pensado traerla aquí, es más, ni siquiera había considerado que apareciera una chica como ella, y que pudiera tratar con naturalidad. Después ha sido más como una loca idea, y la realidad es que he determinado mostrarle de forma abierta y sin sombras, lo que me gusta. Recuerdo haberla escuchado afirmando que me gustaba lo inmoral por lo que vio, y ahora henos aquí parados juntos, frente a esa misma puerta. Pocas personas llegan a calarme como para forjar una amistad. Muy escasas y la mayoría son hombres. Allegra ahora es la más importante de todos ellos. Saco la llave y abro la puerta. Me gusta que no parezca asombrada y se sienta a gusto conmigo, aunque sería difícil pensar que no lo está después de la forma tan abierta y desinhibida de como interactuamos. En mi caso jamás estaría tan unido a alguien que no me gusta. ―¿Dónde está todo? ―pregunta, resaltando su voz por encima de mis pensamien
Todavía no se me quita la vergüenza por haberlo hecho en la ventana; pero tengo que admitir que nadie me había impulsado a hacer tantas cosas impropias y llenas de adrenalina como Oliver, y que me gustaran sin ningún remordimiento. Tal vez es porque ambos estamos en el mismo nivel, y solo ahora experimentamos estas situaciones que habrían sucedido en el tiempo correcto. Se que es una locura, pero siento como si ahora estuviera viviendo en una verdadera relación, donde no solo puedes compartir y volverte cómplice con el otro, sino que también puedes confiar en él. Oliver me mira con gesto interrogante. ―¿No te gusta lo que ordenaste? ―pregunta recordándome que exigí ser quien decidiera que comer en la cena. Sonrío y tomo un pincho con carne para meterlo en la salsa de queso. Lo como de inmediato y me relamo los labios mostrándole que me encanta. Sonríe. Luego de alejarnos de la ventana y recomponernos, me dispuse a pedir la comida a u