Oliver
No había pensado traerla aquí, es más, ni siquiera había considerado que apareciera una chica como ella, y que pudiera tratar con naturalidad. Después ha sido más como una loca idea, y la realidad es que he determinado mostrarle de forma abierta y sin sombras, lo que me gusta.
Recuerdo haberla escuchado afirmando que me gustaba lo inmoral por lo que vio, y ahora henos aquí parados juntos, frente a esa misma puerta. Pocas personas llegan a calarme como para forjar una amistad. Muy escasas y la mayoría son hombres. Allegra ahora es la más importante de todos ellos.
Saco la llave y abro la puerta. Me gusta que no parezca asombrada y se sienta a gusto conmigo, aunque sería difícil pensar que no lo está después de la forma tan abierta y desinhibida de como interactuamos. En mi caso jamás estaría tan unido a alguien que no me gusta.
―¿Dónde está todo? ―pregunta, resaltando su voz por encima de mis pensamien
Todavía no se me quita la vergüenza por haberlo hecho en la ventana; pero tengo que admitir que nadie me había impulsado a hacer tantas cosas impropias y llenas de adrenalina como Oliver, y que me gustaran sin ningún remordimiento. Tal vez es porque ambos estamos en el mismo nivel, y solo ahora experimentamos estas situaciones que habrían sucedido en el tiempo correcto. Se que es una locura, pero siento como si ahora estuviera viviendo en una verdadera relación, donde no solo puedes compartir y volverte cómplice con el otro, sino que también puedes confiar en él. Oliver me mira con gesto interrogante. ―¿No te gusta lo que ordenaste? ―pregunta recordándome que exigí ser quien decidiera que comer en la cena. Sonrío y tomo un pincho con carne para meterlo en la salsa de queso. Lo como de inmediato y me relamo los labios mostrándole que me encanta. Sonríe. Luego de alejarnos de la ventana y recomponernos, me dispuse a pedir la comida a u
Volvemos a seguir comiendo hasta que quedo a gusto y él parece que también, y lo siguiente que hacemos es recoger los desechables y dejar la mesa limpia. Oliver toma mi mano cuando terminamos y me lleva a una de las tres habitaciones. Desde que llegamos solo hemos estado en la sala y en la cocina para comer la cena. Aún no he visto lo demás. Nos ponemos frente a ella y cuando creí que vería todos esos instrumentos otra vez, solo me encuentro una habitación espaciosa con una cama grande que ocupa todo el centro. ―Pensé que me mostrarías... eso. ―¿Ansiosa? ―pregunta ladino y yo le palmeo el brazo―. Iremos allí después, ahora quiero que veas nuestra habitación. ―¿¡Nuestra!? Mis ojos se abren on esa declaración. ―Así es, dormiremos aquí juntos ―responde. Voy a decir algo, pero me contengo cuando veo que va hasta la sala, recoge mi bolso, su saco y la corbata y vuelve. Me lo entrega y seguido guarda su ropa en el closet. Después se
Oliver Palmeo a mi lado en busca de Allegra, pero no está. Me incorporo para ver su silueta sentada mirando hacia la ventana, abrazando sus rodillas. ―Que sucede, ¿no puedes dormir? ―pregunto sentándome a su lado, luego de encender la luz. Ella asiente. Reparo en la desnudez de su torso, en sus senos pequeños y firmes tapados con sus rodillas. En su piel nívea y suave bajo mi tacto. Lleva el cabello suelto, es negro y largo, le cae todo en la espalda. Se le ve frágil y hermosa. ―Lo siento, no quería despertarte, aun es de madrugada ―murmura. Me pregunto desde que horas está levantada, contando con que nos quedamos dormidos, después de hacerlo dos veces. ―Estás así por haberte comido todas esas galletas ―le bromeo al tiempo que agarro mi reloj de mano de la mesa para revisar la hora. Ella fuerza una mueca de sonrisa mientras lo vuelvo a dejar allí luego de mirar que son las cuatro de la mañana, y ahora tampoco t
Oliver Ella vuelve a afianzar su agarre, la calidez de su piel y sus pechos con los pezones rígidos punzando en mi piel, me enloquecen. La tomo de los muslos y la impulso hacia arriba. Ella se amarra a mis caderas con sus piernas. Doy la vuelta y la apoyo contra la pared para tantear y buscar el interruptor de la habitación, mientras se refriega sobre mí con fuerza. Presiono el de arriba que solo enciende los ojos de buey, que da una luz opaca. Su excitación se desenfrena y empieza a bajar mis calzoncillos, pero la detengo. ―Espera, tenemos que hacerlo más lento y tortuoso para que te deje con ganas de dormir otra vez. ―Allegra me mira algo abochornada, pero se lo toma a bien. La bajo dejándola de pie otra vez―, solo aguarda un poco ―añado dándole una fuerte palmada en el trasero espantándola. Se voltea a mirarme de reojo gruñendo, y cuando vuelve su vista al frente se queda perpleja con lo que ve de primera mano. ―Por esto fu
Creo que he dormido demasiado, y por cómo se ve iluminado adentro y afuera de la ventana, debe ser bastante tarde. «Pero es domingo», me digo volviendo a enroscarme con la sábana. Oliver no está en la cama, por lo que debe andar afuera. ¿O se habrá ido? No lo creo. Sonrío un poco avergonzada recordando lo que pasó en la madrugada. Fue intenso, pero no me disgustó para nada. Además, que Oliver, a su modo, sabe cómo hacerte disfrutar. ¡Cielos! Aun no quiero pensar que me estoy acostumbrando a esto…, o a… él. La puerta se abre en medio de esta diatriba de pensamientos, e indudablemente es él. Trae una bandeja y la coloca junto a mí. ―¿Qué? ―pregunta algo gruñón cuando me le quedo mirando. Tal vez es por mi expresión de sorpresa. ―¿Me estás consintiendo? ―Digamos que soy un amable caballero. ―En ese caso, gracias por traerme café, caballero ―digo y él sonríe negando con su cabeza. <
Oliver me gusta, no sé si llegaré a quererlo, pero siento que se ha convertido en alguien especial para mí. No solo por el tiempo que pasamos juntos o lo que hacemos, ¡cielos!, debo verme roja ahora mismo por pensar en ello. ―¿Sucede algo? ―pregunta. Ya hemos salido de casa de su abuela, habíamos venido a almorzar, pero hemos terminado pasando toda la tarde con ella. Fue un tiempo agradable, además que Sophie quiere mucho a Oliver. Es normal que esté en plan abuela preocupada por alguien como yo, que me he puesto en su camino y sus planes. Irónicamente ahora estoy en ellos, y he participado con gusto en aquellas cosas que forman parte de sus secretos. ―Nada ―murmuro. Él conduce de regreso, no hemos hablado sobre a donde y aunque me gustaría volver a ese lugar, es mejor ir a casa. Además, no sé si será buena idea extenderme sobre el asunto. ―Siempre que dices nada es porque andas pensando demasiado ―comenta bastante agudo.
Casi no dormí leyendo las notas escritas por Kitty. Debería estar sorprendida con todas esas palabras llenas de egoísmo y vanidad, pero es algo que intuía. Siempre tuve la impresión de que ella no era sincera con lo que decía; sin embargo, sabía cómo llevar su máscara de dulzura y engaño. Puedo entender que me tuviera rabia por llegar a un mundo donde ya yo estaba, no obstante, debería haber sido yo quien tuviera esos resentimientos por la personita que llegaba a quitarme un poco del cariño de mis padres. Tomo un poco más del café que preparé para despejarme y masajeo mi nuca. Aún sigo asimilando la idea de que solo se metió entre Adrian y yo porque no quería que tuviese esa felicidad. Es absurdo, porque, al fin y al cabo, terminé haciéndome a un lado y deprimiéndome cuando nadie se puso del mío. Ni papá, ni mamá, ni Adrian. Todos ellos dijeron: solo haces una pataleta de algo tan trivial como que el chico que creías era para ti, estaba muy interesado en tu hermana.<
Oliver ¿Dónde estás Allegra? ¿Por qué no bajas como acordamos y por qué no contestas el teléfono? He venido a recogerla como le dije y no está por ningún lado. ¡Maldición! No lo dije de esa forma para que se sintiera obligada, solo no quería que perdiéramos tiempo, pero vamos a hacerlo. No quiero ser intenso, pero a veces me provoca. De todos modos, el almuerzo juntos es porque quiero hablar con ella con un poco de más calma. Se que estoy acelerando todo, y ella tiene razón en que debemos tomar esto con calma. Suspiro hondo y sin más remedio subo a la oficina. No quiero pensar que es James o alguien que la está reteniendo. Sin embargo, al pasar por su cubículo no está por ningún lado. Veo a Sullivan que va hacia el ascensor y me acerco a ella. ―¿Dónde está Allegra? ―¿La señorita Wills? ―pregunta advirtiendo que la he llamado de forma tan particular. ―No hay otra, ¿verdad? ―repongo y ella sonríe como si