Era la tercera vez que intentaba ponerse en contacto con él, pero el hombre nunca contestaba.—En cuanto oigas este mensaje, llámame. Tenemos un gran problema —dijo Camilla al teléfono, y luego envió el mensaje.Caminando de un lado a otro en su habitación, había muchos pensamientos dando vueltas en su cabeza. Cameron había vuelto. La verdadera Cameron estaba allí, en Canadá. Los secretos estaban a punto de salir a la luz. Ella no era Cameron. Pero había algo que no podía quitarse de la cabeza y era la sonrisa que Cameron le dedicó como si se estuviera burlando de ella, o le había dicho que venía a por ella.... Ella no lo sabía. Esa sonrisa, esa sonrisa tenebrosa era lo que no podía quitarse de la cabeza.Temblorosa, Camila buscó el frasquito de pastillas que siempre tomaba cuando se sentía nerviosa, ansiosa, feliz, insomne, relajada... Lo cierto era que ya era adicta a las pastillas.—¡No me vas a quitar nada, Cameron! Te lo juro por Dios. Cuando Diego y su hija llega
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