62. ¡Si se mueven, la mato!
En el lujoso despacho de Samir Rahal, la tensión era palpable. El aire estaba cargado de conversaciones y murmullos mientras los hombres de confianza del villano le entregaban informes y cifras sobre un importante cargamento de drogas que estaba por llegar a su territorio. —¿Y las ganancias estimadas de este mes?—, pregunta Samir con voz autoritaria, sus ojos fríos y calculadores escudriñando los documentos que tiene frente a él. Justo en ese momento, un estruendo retumba en la entrada de la casa, interrumpiendo la reunión. Samir se levanta de su silla de un salto, su rostro se contrae en una mueca de furia. —¿Qué demonios está pasando?—, grita, su voz llena de ira, mientras manda a uno de sus hombres a averiguar lo que está sucediendo. Antes de que el hombre pueda salir, otro de sus subordinados irrumpe en la habitación con rostro pálido y sudoroso. —Señor Rahal, ¡la policía ha entrado en la mansión! ¡Están aquí para llevarlo!—, exclama, su voz temblorosa por la angustia. Un ru
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