“Hazel quiere verte” La emoción que la embargo tras escuchar esas palabras fue indescriptible. Su hija mayor había accedido a verla… ¿Cómo era eso posible? Mabel no lo entendía, pero no quería darle más vueltas al asunto, necesitaba sacar todo aquello que había estado guardando durante tanto tiempo. —Annie, volveré pronto—le dijo a su hija menor—. Por favor, no salgas de casa ni le abras la puerta a nadie, ¿entendido? La jovencita, de quince años, asintió. No era la primera vez que se quedaba sola en casa, de hecho, su madre solía dejarla por horas cuando no le permitían llevarla a su trabajo. Mabel cerró la puerta con seguro y se marchó a paso acelerado. Ese día, todo parecía tener un sentido distinto, ya no veía las calles con la misma monotonía ni tampoco pensaba que el resto de los transeúntes eran personas desoladas como ella, no, en ese día las cosas tenían un color mucho más optimista. —Adelante, la están esperando—anunció la empleada doméstica de aquella bonita casa. Lo
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