—Por favor, Amelia, escúchame. Yo no quise que nada de esto pasara. Mabel no dejaba de pedir disculpas, la culpabilidad que se cernía sobre ella, era demasiado pesada. ¿Su hija no podría volver a caminar? No, no podía perdonarse semejante cosa. —¿Por qué fuiste a presionarla?—la encaro Amelia con sus ojos rojos de cólera—. Teníamos un trato, Mabel, te di mi palabra de que te dejaría conocerla. Sin embargo, se te ocurrió la brillante idea de exponerla delante de todos sus compañeros. ¡¿Acaso no te das cuenta de lo estúpido que fue eso?! —Lo sé, fue una completa estupidez, la peor que he podido cometer—la castaña estaba al borde de las lágrimas, solamente buscaba un poco de compresión. Habían sido tantos años de espera, tantos años de imaginar que había perdido a su hija para siempre, necesitaba recuperar el tiempo perdido, necesitaba que su hija le diera una oportunidad, pero termino ocurriendo todo lo contrario. Ahora, por su culpa, su pequeña estaba postrada en una camilla de hos
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