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Todos los capítulos de El placer de lo prohibido : Capítulo 11 - Capítulo 20
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Culpable
Eran sus fotos, efectivamente, eran sus fotos… ¡¿Pero cómo?! Hazel se encontraba en estado de shock, siempre pensó que Mario era un canalla, pero no lo imaginaba a tal nivel. —Hazel, ¿te encuentras bien? Su amiga Emma acababa de hablarle, sin embargo, ella no lograba salir de su estupor. Las murmuraciones a su alrededor comenzaron a ser más audibles, las miradas insistentes de sus compañeros no hacían otra cosa que ocasionar que su cabeza diese vueltas. ¿Por qué? ¿Por qué le pasaba esto a ella? —Señorita Miller—la voz de una profesora se alzó entre el murmullo de voces—, por favor, acompáñeme—solicito la mujer y ya podía hacerse una idea del motivo de su solicitud. Hazel tomó una fuerte bocanada de aire antes de ponerse de pie, al hacerlo noto de inmediato que sus piernas temblaban. La chica dio un paso seguido de otro y, sucesivamente, fue avanzando hasta llegar a la oficina de dirección. En aquel lugar se detuvo por unos segundos, no sabía que le esperaba detrás de esa puerta, p
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Discusión
Efectivamente, Alexander se encontraba furioso por todo lo sucedido. Exponer a su hermanita de esa forma tan vil era algo imperdonable, así que Mario descubriría las consecuencias de sus actos por sus propias manos. —No lo dejes huir—dijo James al notar cómo el muchacho intentaba zafarse del agarre de su hijo. —Te creíste muy valiente por publicar esas fotos, ¿no?—preguntó Alexander completamente fuera de sí. —Ella se lo buscó—fue lo único que pudo alegar a su favor el chico. —¿Cómo dices?Mario cayó al suelo al recibir un puñetazo directo en el rostro. Aquello era simplemente insólito, ¿cómo se atrevía a insinuar que Hazel era la culpable de dicha situación? —Pienso denunciarte, mocoso de papi y mami. James también sintió la cólera fluir por su sistema al escuchar aquellas palabras tan cobardes. —¡Pues no pueden hacerme nada, porque no tienen ninguna prueba que pueda incriminarme! Aun desde el suelo, Mario no dejaba de demostrar su naturaleza podrida. —¿Quién dice que no las
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Irresistible
Amelia había escuchado gritos provenientes de la habitación de su hija, por lo que intuyó que ambos hermanos estaban riñéndose. No era difícil saberlo, luego de haber presenciado la manera en que Alexander había llegado, el hombre se notaba completamente enfurecido en cuanto cruzó la puerta. Toda esa situación le parecía bastante triste, puesto que ambos hermanos no solían mantener una relación tan pésima, pero últimamente lo único que hacían era discutir.A su memoria llegó un recuerdo bonito de la niñez de ambos. Se trataba de su hija Hazel, de tan solo tres años y de un Alexander de ocho años de edad, el cual se desvivía por enseñarle cosas nuevas a su hermanita. El mayor tenía como objetivo que Hazel aprendiera a leer en poco tiempo, y por eso siempre le llevaba cuentos y le mostraba dibujos, a la vez que la motivaba a asociar las imágenes con las palabras que iba aprendiendo diariamente.Alexander había sido un niño prodigio desde bebé, sus habilidades eran sorprendentes, razón
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Cena
Hazel no podía creer que besó a su hermano. La chica cuando se encontró sola en su habitación, llevó una mano hacia sus labios, aquellos que osaron probar de una caricia prohibida. Alexander debería ser prohibido para ella, debería ser una aberración el simple hecho de haberse acercado a él de esa manera. Sin embargo, no lograba sentirse arrepentida, por el contrario, pensaba en que todo había sido tan rápido que necesitaba repetirlo. La joven tomó su celular y decidió escribir un mensaje, era corto y preciso: "¿Podríamos vernos mañana?" Una parte de su ser sabía que no recibiría respuesta alguna, pero aquello no le importaba le urgía hacer algo para revivirlo. «Estás perdiendo la cabeza», susurró una vocecita en su oído, y sí, Hazel le daba toda la razón a aquel susurro, pero no podía hacer nada para controlar sus impulsos.Las horas pasaron lentas. No llegó ninguna notificación de nuevo mensaje, motivada por su insensatez decidió llamarlo. La llamada repicó una, dos, tres vece
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Tentación
Cuando la puerta de su habitación fue tocada, la chica no tardó en levantarse y abrir. —Tardaste—dijo la jovencita al ver a su hermano. —Hazel, no sé qué es lo que quieres, pero… —Pasa. La muchacha lo hizo entrar y cerró la puerta con seguro. Alexander percibió todo aquello como una mala señal, pero no hizo nada al respecto. Cuando el hombre pretendía girarse para encararla se encontró con una sorpresa abrumadora, Hazel había hecho caer su vestido quedándose únicamente en ropa interior. —¿Qué haces? Alexander se volteó para no tener que verla. —Dime una cosa, Alex, ¿no te gusta lo que ves?—se posicionó la chica frente a él. —¡¿Pero qué locuras estás diciendo?!—se ofendió su hermano. —¡¿Dime?! Aquello no se trataba de gustar o no, sino que era un asunto prohibido. Algo que Hazel no estaba comprendiendo. —¡Vístete!—demandó Alexander dirigiéndose hacia la salida. Hazel no pretendía que aquello terminara de esa forma, así que la chica se acercó a él y lo abrazó por la espalda.
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Fiesta
Con una última ojeada en el espejo, Hazel decidió que estaba lista. Su hermano, Lucas, la esperaba malhumorado en la entrada de la casa. A la más joven no le importaba aquella cuestión, puesto que estaba más concentrada en pasar una noche agradable. —¡Vayan con cuidado!—despidió su madre con una sonrisa. Una vez en el vehículo, Lucas soltó toda su frustración: —¿En serio no podías quedarte en casa?—preguntó con un tono de voz que dejaba mucho que decir. —No sigas, Lucas, ya lo acordamos con mamá. —¡Eres una verdadera molestia! Dicho aquello, el auto se puso en marcha con un sonoro chirrido. La más joven comprendió que su hermano estaba realmente enojado, aunque no entendía el porqué de su molestia. No pasó mucho tiempo para que Hazel finalmente entendiera la razón. Ambos habían llegado a un apartado complejo urbanístico, en el cual una joven morena parecía esperar a que alguien la recogiera. Efectivamente, su hermano hizo tocar la bocina y la chica reaccionó, corriendo hacia
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Rasgos similares
Cuando Alexander llegó a aquel club nocturno se encontró con una joven desatada en la pista de baile.Hazel movía su cuerpo al ritmo de la música, mientras no dejaba de hacer gestos sugerentes a todos los hombres con quien se cruzaba. La sangre del hombre hirvió tras reparar en ese hecho. Era una visión molesta, tan molesta que sentía que algo le ardía desde dentro. Sin detenerse a pensar en lo que hacía, cruzó aquella distancia apartando cuerpos ebrios, hasta que llegó dónde se encontró su pequeña hermanita. —Nos vamos—su voz se mostró molesta. La chica, quien no podía creer que su hermano se encontrara en ese lugar, se soltó bruscamente de su agarre, el cual había dejado una marca de dedos por la fuerza ejercida. — ¿Qué haces aquí?—quiso saber ella. —Te he dicho que nos vamos. Alexander la ignoró y se acercó a ella nuevamente, esta vez su agarre fue mucho más fuerte. —¡Que no!—se quejó la jovencita dando ligeros manotazos, mientras era arrastrada por aquel hombre—. ¡Suéltame,
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Dormir juntos
Alexander trató de apartarse, instante que usó Hazel para sostenerlo por la parte baja de su camisa. —Espera, no te vayas—suplicó la chica mordiéndose el labio inferior.Los ojos grises se abrieron con sorpresa. Su hermana hacía un momento le estaba pidiendo que se fuera y, ahora todo su cuerpo parecía reclamar su presencia. —Debo irme, descansa—dicho aquello se aproximó a su frente y dejó un delicado beso en la misma. Hazel sonrió como niña pequeña tras el contacto, cosa que hizo que Alexander se quedara por un segundo viéndola. Era realmente bella. Cuando la joven reparó en aquella mirada cargada de alguna extraña emoción, sonrió más ampliamente. —¿Por qué no duermes conmigo como en los viejos tiempos? —Estás loca, ya no tienes cinco años—dijo él, enderezándose. —No los tengo, pero extraño a mi hermano—las palabras de la joven estaban cargadas de sentimiento—. A ese que no me apartaba de su lado, sino que siempre estaba disponible para mí. El que me leía un cuento, el que me c
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Decisiones
—¿Y a dónde quieres ir? Hazel se removió en el asiento del copiloto sopesándolo. Quería que fuese un lugar privado y tranquilo, donde pudiesen disfrutar de la cercanía del otro sin ojos extraños. Inmediatamente, la joven recordó un lugar que era muy especial en su infancia. —¿Qué dices del Lago Piccolo? Su hermano dibujó una sonrisa casi imperceptible al reparar en todas las veces que en compañía de su familia habían visitado dicho lago. En sus recuerdos estaba una Hazel de unos ocho años que no dejaba de emocionarse con el color del agua, ni con las aves que transitaban el sitio, hasta el sonido apacible de la naturaleza parecía ser todo un espectáculo para la niña. —Me parece bien—y tras decir esas palabras el volante del auto adquirió un nuevo rumbo, uno que estaba cargado de buenos recuerdos y de nuevas decisiones. —Es extraño encontrarlo tan solo a esta hora—notó la chica cuando finalmente llegaron al sitio. Ambos se dirigieron al muelle y decidieron ocupar un lugar, mient
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Decepción
La sonrisa que Marta había mantenido esa mañana se fue desdibujando a medida que pasaban los minutos en ese lugar. Desimuladamente, se dedicó a posar sus ojos marrones en el par de hermanos. Su pareja, Alexander, le lanzaba significativas miradas a la menor de tanto en tanto, mientras esta hacía su mejor actuación ignorándolo. El corazón de la mujer empezó a sentir un pinchazo tras pinchazo. «¿Qué significaban esas miradas?» se preguntó, percatándose de que nadie más parecía notarlas. —Hace un lindo día, ¿verdad, Marta?—la señora Miller se acercó para tratar de conversar, sin embargo, su cabeza parecía no poder concentrarse en otra cosa que no fuese ese peculiar intercambio visual. —Uhm, si—contestó distraída. —Teníamos tanto tiempo sin venir, siempre ha sido mi playa favorita—Amelia no parecía notar el estado absorto de Marta—. Entre aquellas montañas se oculta una cueva que solíamos explorar con los chicos cuando eran más pequeños. Tal vez podamos llevarte luego para que la cono
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