Ioana camina tras Radu, sus pasos apresurados resonando en la grava del estacionamiento. Cuando finalmente lo alcanza, lo encuentra con los nudillos ensangrentados y respirando pesadamente, la furia aún visible en sus ojos.—Radu, déjame ver tus manos —Ioana hace su petición con un tono de voz suave mientras se acerca más a él.Radu sacude la cabeza, apartándose ligeramente.—Estoy bien, Ioana. No es nada —responde con un tono brusco, todavía molesto por la situación vivida.Ioana frunce el ceño, más aún por el tono con el cual el rubio le responde a su preocupación. Importándole poco lo que él dice, se termina de acercar a él.—No me importa, en ningún momento te pregunté si estás bien o no. Lo que dije fue que me dejes ver tus manos —insiste, esta vez con más determinación en su voz.Radu mira a otro lado, intentando controlar su respiración y sus instintos. Aunque sigue sin entender qué es exactamente lo que pasó, lo único cierto es que aún puede sentir toda la adrenalina que corre
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