Aquellos aplausos seguían llenando el viento. Las promesas fueron cantadas ante la luz del sol, una hermosa mujer miraba a los ojos de zafiro de su hombre, y sin decir nada, ambos se lo habían dicho todo. —Gracias, por pensar en mi — Elianna sonrió al mirar nuevamente aquel esplendor; ella tan solo había pensado en su vestido de novia, y en como iría a opacar a Elara con el. Sin embargo, se había resignado a compartir su boda, su momento, con esa desgraciada que tenía por hermana mayor; Elena, tal y como lo había pensado, simplemente no tomo en cuenta nada de lo que ella había querido para su boda con Caleb, y todo, absolutamente todo, cómo era de esperarse de esa mujer, fue al entero gusto de Elara y Cedric. Ella no se había atrevido a soñar con una boda de ensueño, pues sabría que no la tendría, y aún a pesar de no tener ninguna expectativa, Caleb Auritz, nuevamente, había logrado sorprenderla. —Es tu día, reina Elianna, así que no podías solo resignarte a compartir tu momento
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