—¿Qué te pasó en la cara, Hernán?En un instante, una ráfaga de viento sopló. Milena, aún convaleciente, se encontraba en una silla de ruedas. Su rostro, delicado pero pálido, reflejaba su estado de salud. Vestía un sencillo vestido francés en tonos suaves, mientras una manta de felpa reposaba sobre sus rodillas. Esta manta, tejida a mano por Jimena, presentaba un patrón de flores de albaricoque, el favorito de ella.Con fuerza, hizo rodar la silla de ruedas hacia él.—Hernán.Elevó elegantemente su rostro, encontrando la mirada del hombre que la observaba desde arriba con los ojos entrecerrados. En su apuesto semblante se dibujaban claras marcas de dedos rojos.Ella se detuvo de golpe, frunciendo el ceño al instante.—¿Quién te ha golpeado así? —inquirió con dulzura, lo sacando de sus cavilaciones nocturnas de repente.Inclinó su atractivo rostro frío, entrecerrando ligeramente los ojos al mirarla de reojo, y posó la vista sin previo aviso en la manta de felpa que cubría sus rodi
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