Capítulo 36
En su mente, Hernán pensó:

—Hernán era mío y solo mío.

En el momento oportuno, la dulce voz de Milena resonó:

—Hernán, hoy vine a hablar sobre nuestro matrimonio. Mi madre me preguntó ayer al respecto. Dijo que escogió una fecha auspiciosa y quiere que nos casemos el primer día del mes.

Al escuchar esto, Hernán frunció el ceño, sus fríos ojos se posaron en su rostro delicado y finalmente se detuvieron en sus ojos ligeramente enrojecidos.

Había prometido casarse con ella, pero no esperaba que fuera tan pronto.

Viendo que él permanecía en silencio, su corazón se hundió, temiendo que Hernán se arrepintiera:

—Hernán, prometiste casarte conmigo, ¿no quieres casarte conmigo ahora?

Ella lo miró fijamente, llena de deseo.

Su largo cabello negro caía sobre sus orejas y su rostro pálido tenía un aire enfermizo que incitaba a cualquier hombre a querer cuidarla.

Al observar sus ojos acuosos, Hernán no se sintió bien.

Antes amaba esos ojos que lo obsesionaban, y aún lo hacía.

Sin Milena, ya estarí
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